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miércoles, 4 de julio de 2012

ENTREVISTA A CARLOS Y JOSÉ MARÍA MARCOS, AUTORES DE “MUERDE MUERTOS”.


Por Pilar Alberdi

Pilar: —Dos hermanos escriben una novela juntos... Ellos son los hermanos Marcos, o, mejor, Carlos y José María. Por supuesto, es una novela que reúne diferentes subgéneros de la narrativa como el epistolar, terror, policial, fantástico, realista, erótico, humor negro... ¿Cómo se consigue aunar un estilo?

Carlos: —En principio, y en eso creo que compartimos opiniones y método con José María, no creemos que lo epistolar, el terror, lo policial, lo fantástico, lo erótico, el humor negro, etcétera, sean géneros ni subgéneros sino más bien procedimientos en algunos casos, y en otros, temas. Si hay una historia que contar, aunque sea en la línea más abstracta y argumental, podemos contarla mediante el procedimiento más efectivo que tengamos a mano. Bien podemos contar un velatorio como si fuese una fiesta, un robo como una especie de orgía, o reírnos de las desdichas de nuestros personajes y de toda situación en la vida. Elegimos lo epistolar porque nos pareció interesante el desuso en que había caído a pesar de su efectividad. Supongo que eso de aunar el estilo funciona en nosotros por la similitud en las formas de ver y proceder en el mundo.
José María: —Acuerdo en todo lo que dice Carlos, y podría agregar que en este caso lo epistolar está muy relacionado con el hecho de que nuestro padre mantuvo y mantiene correspondencia con la familia radicada en Salamanca desde hace más de sesenta años. Por este motivo, antes de que pudiéramos concretar una visita a España, nosotros conocimos Castilla y León gracias a las cartas que llegaban periódicamente a casa. Cuando comenzamos a imaginar Muerde muertos, pensamos que la mejor manera de recrear “nuestra Salamanca” era a través de esta vía. Esto, a su vez, nos hizo ver con gran nitidez cómo el pasado está poblado sólo de fantasmas y de palabras.

Pilar: —Cada uno habrá aportado lo suyo: Carlos, desde lo erótico, y José María, desde el terror, ¿no?

Carlos:—Creemos, y lo repetimos un poco en chiste, que uno de nosotros es más “muerde” y otro es más “muertos”, a partir mayormente de nuestras lecturas. Pero, la verdad, nos divierte mucho cambiar de posición todo el tiempo, porque eso nos enriquece como personas y como autores.
José María: —La primera novela a dúo (Recuerdos parásitos) surgió de una idea que me rondaba y que pensaba desarrollar solo. Estaba entusiasmado en escribir una historia de terror con un comienzo clásico: un hombre llega a un pueblo una madrugada y encuentra a un muerto en una zanja. Tras este episodio, el visitante continuaría involuntariamente los pasos del difundo y sucederían varios asesinatos. Como telón de fondo, quería recrear el espíritu pueblerino de Uribelarrea, con sus sobreentendidos, sus mitos y sus verdades a medias. Se lo conté a mi hermano y él me propuso escribir a medias, ya que compartimos la infancia. Esto provocó la mutación de parte de la trama, todo se volvió más barroco y exuberante, y los asesinatos y otros pasajes se hicieron más explícitamente eróticos. La experiencia fue alucinante y enriquecedora, de gran aprendizaje, porque sirvió para crear una tercera voz distinta a nuestras obras individuales.
Carlos: —Como indica el subtítulo que figura tanto en la primera como en la segunda novela, aún no sabemos “quién alimenta a quién”.

Pilar: —La cantidad de escritores que se nombran en esta segunda novela es impresionante, como si no se hubiera querido dejar fuera a ninguno. Conste que eché en falta escritoras... Aparece Alberto Laiseca, y supongo que varios de vuestros amigos o de la gente relacionada con la Editorial Muerde Muertos, pienso también en algún nombre de librera o librero amigo... Es lo que tiene la literatura, ¿verdad? Ese afán, esa desmesura de querer reunir el mundo en un libro, y saber que siempre nos faltarán páginas... Por suerte, ¡y que nos queden muchas para escribir!

José María: —No hicimos un balance de cuántas escritoras aparecían en la historia, pero algunas están presentes todo el tiempo en nuestro imaginario, como las argentinas Liliana Bodoc, María Negroni o Alejandra Pizarnik, por nombrar un terceto. En cuanto a la cantidad de nombres, no radicó en una decisión pensada. Nuestra meta fue reflejar todo aquello vinculado con lectores, escritores, editores, periodistas, bibliotecarios, etcétera, y los nombres se transformaron en el quid de la recreación. Y en cuanto a  los amigos... siempre están ahí haciéndonos el aguante.
Carlos Marcos: —Se supone que si hemos hecho bien nuestro trabajo (el de producir una cierta cantidad necesaria de ilusión), nuestros personajes habrán cobrado vida y no habría diferencia entre los nombres reales o ficticios, autores andantes o inexistentes, lugares conocidos o imaginados. Pienso que el mundo de los muerde muertos es de una policromía que nos sorprende a nosotros mismos. Incluimos a un amigo, a un librero, a un autor, y terminamos con una monstruosa arquitectura de personajes digna de una necrópolis.

Pilar: —¿De verdad existieron como se nombra en la novela las creencias o los mitos de los “muerde muertos”? ¿Es Francia ese país de origen? ¿Qué tiene que ver Bretón en todo esto?

Carlos: —Los croque-morts existieron realmente, casi como un mito popular o profesión vergonzante, emparentados con los verdugos y enterradores, profesión transmitida familiarmente y mantenida entre tinieblas por su mismo carácter. Es más, el término “croque-morts” subsiste aún en Francia como modo denigrante hacia quienes trabajan en los cementerios o en las funerarias, del mismo modo que en el habla hispana se nombra a “chupacirios” a las personas muy religiosas, o “locólogos” o “loquiátras” a psicólogos y psiquiatras. Los muerde muertos, como nos gusta traducir salvajemente a nosotros, cumplían con el protocolo pre-médico de comprobar la efectiva muerte de un sujeto mediante una buena mordida en el dedo gordo del pie. En la época de las grandes batallas, mucho antes que Francia se configurara nación, se los utilizaba para diferenciar a vivos y a muertos mediante el mismo procedimiento.
José María: —André Bretón no tiene nada que ver con el oficio de los muerde muertos, o, al menos, eso creemos. Lo trajimos al festín de los croque-morts mediante una cita del libro El bosque sacrílego, de Jean-Pierre Duprey, prologado por el propio Bretón. Es uno de los tantos homenajes a nuestras lecturas.

Pilar: —Los temas de muerde muertos abarcan lo mejor de esta humanidad en la que participamos, pero también lo peor de los demás y de nosotros mismos. De este modo, lo fantástico cubre con un velo la verdadera esencia de estas páginas que rozan al hombre común en su debate permanente con la vida y la muerte, o lo que es lo mismo, con la compañía y la soledad, con la inmediatez y la eternidad, con la falta de fe o la esperanza.

Carlos: —Lo fantástico, tanto como el horror o lo erótico, son las excusas de laboratorio en cualquier novela. El arte es un debate constante entre las intuiciones más primitivas del hombre. La novela actual y nosotros no estamos ajenos a estas preocupaciones. Quizá se le sume un poco de ironía o humor negro a la contienda, pero la pregunta siempre sigue siendo la misma: ¿por dónde anda la belleza?
José María: —En su libro Ideas y creencias, Ortega y Gasset dice que las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre el cual todo acontece, “porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas vivimos, nos movemos y somos”. En esta novela, nosotros ponemos en primer lugar un sistema de creencias populares muy arraigadas en una tradición castellana, de la cual somos parte, que podemos notar aún viva en España pero también en muchos pueblos bonaerenses. Un libro clave para construir la arquitectura de Muerde muertos (quién alimenta a quién...) fue Brujería y otros oficios populares de la magia, del filólogo Juan Francisco Blanco, quien en la introducción dice en su investigación buscó “aportar las pruebas necesarias para demostrar que la brujería y otras especialidades de la magia han tenido y tienen un fuerte arraigo en Castilla y León”. Nos pareció una hipótesis muy acertada, porque ello habla de una forma de concebir el mundo por parte de una comunidad.

Pilar: —¿Qué repercusión ha obtenido ya el libro? He leído críticas muy favorables, y la mía también lo será. Garantizo que quien tome el libro en sus manos no lo abandonará. Lo mejor del fantástico, de la literatura de terror y policíaca, de las cartas epistolares, el erotismo... está reunido en estas páginas.

Carlos: —Muchas gracias. Nos alegra lo que nos decís. Creo que uno de los mejores halagos que recibimos es que los “muerde muertos”, estos seres con los que jugamos la ficción, están a la altura de los monstruos clásicos, y esperamos que así sea.
José María: —Para la construcción de la novela leímos muchos textos que se hallan en la Biblioteca del Centro de Salamanca en Buenos Aires, y los textos de Juan Francisco Blanco fueron definitorios para este trabajo. Por eso, fue muy importante que el propio Blanco nos recibiera el manuscrito, lo leyera y que nos confirmara que, para la mirada de un salmantino, la historia era creíble. “He leído con enorme sorpresa y grandísimo placer esta novela. La implicación de Salamanca en una trama de asunto prodigioso no puede ser más afortunada” es un piropo que atesoramos con mucha emoción. Ahora, nuestra ambición es que los lectores se diviertan con la historia tanto como nosotros lo hicimos a la hora de escribirla.
Carlos: —Sólo esperamos que mucha gente pierda sus deditos gordos del pie mientras avanza en la lectura de la historia.
José María: —Y que como recompensa sientan mucho placer.

Pilar: —Hay momentos cumbres. Yo no sé cuáles te habrán señalado otros lectores, pero yo apuntaría unos cuantos sin dar aquí detalles. En realidad, serían muchos. Les diría que la tensión con la que se llega al pueblo de Ignacio es de las que más he disfrutado. Y no quiero decir más. Porque ahí hay escenas grandiosas, propias del realismo mágico, con una gran carga de ironía, de responsabilidad familiar y hasta social e histórica. Somos quienes somos y no podemos dejar de serlo; luego está lo que los demás interpretan o creen saber de nosotros. Creo que esta definición valdría.

Carlos: —Somos quienes somos y nuestros personajes también. Tenemos ganas que ellos reclamen su porción de realismo delirante, y que sus peripecias, las que les hemos inflingido con mucho placer, sean mucho más divertidas para nuestros lectores. Somos quienes somos, aunque como escritores y lectores juguemos un buen rato a ser otros.
José María: —Como dice el dicho: aunque el muerde muertos se vista de seda... muerde muertos queda.

Pilar: —Soy argentina, tanto como española, y puedo asegurar que esta obra Muerde muertos (quién alimenta a quién…) se inscribe en el imaginario argentino y más precisamente bonaerense. En ese ronroneo propio de los argentinos de darles tantas vueltas a las cosas... En las historias policíacas de Borges y Bioy Casares, en fin, en la calidad de esa literatura. Y, sin embargo, está presente España, Salamanca especialmente, con su tradición, con su mitología y su pasado. Incluso, esta forma más directa de ser que tenemos los españoles, más de luz y sombra, más de Caín y Abel, como pensaba Unamuno, como demostró la historia y como se indica en el libro.

Carlos: —Nosotros somos tanto españoles como argentinos. Nuestro padre, tremebundo salmantino, mantuvo muy viva siempre la tradición española, conservó muy fresca la imaginería popular y familiar como lo hace siempre cualquier inmigrante melancólico de su tierra, con la voluptuosidad de los recuerdos y de las pequeñas anécdotas. Él tiene habilidad ibérica de aprovechar cualquier descuido para intercalar algún comentario que haga presente la rememoración. Creo que los aires de esta novela vienen por ahí, de esa dimensión espectral del recuerdo.
José María: —Domingo Faustino Sarmiento, docente y prócer argentino, escribió algo así en sus memorias: que en su lugar de origen (San Juan) se sentía porteño; en la ciudad de Buenos Aires, provinciano; y en Argentina, extranjero. Cuando leí esa frase me sentí representado, porque pensé que de esta manera está constituida nuestra identidad. Y haciendo una traslación a mi experiencia, evalué: en Uribelarrea, de chico, me sentí porteño; en Buenos Aires, provinciano, y en Argentina, extranjero. Con el agregado de que cuando visité por primera vez Salamanca, y habiendo obtenido mi doble nacionalidad (española-argentina), recién comprendí en España que no era otra cosa que argentino, porque me había criado en un pueblo bonaerense al compás que recibía una tradición castellana que alimentaba mis fantasías. Pienso que desde esa identidad tan heterogénea, desde esta mirada, está narrada esta novela.

Pilar: —Pienso que existió, además, un esfuerzo para conseguir que la prosa estuviese en un punto que no resultase demasiado argentina, aunque en el fondo, todo el libro lo es, porque hasta uno de los personajes principales que está en España, es argentino, y también su forma de pensar y de estar en el mundo. No sólo pertenecemos a nuestra época, también a la cultura que nos ha tocado en suerte o que hemos elegido para quedarnos definitivamente en su regazo. Pero aquí hay dos culturas: este libro las reúne. Creo, percibo, que ha habido por vuestra parte un esfuerzo para no caer en demasiados argentinismos o americanismos lo que permitirá un conjunto de lectores acceder fácilmente a la obra. Por otra parte, ese conocimiento de España os viene de vuestra ascendencia. ¿Han vivido en España?

José María: —Si no hemos caído en demasiados argentinismos o americanismos ha sido involuntario. Sólo nos propusimos escribir como lo harían dos viejos argentinos, uno radicado en Buenos Aires y otro en Salamanca, que escriben pasa ser leídos a través de sus cartas.
Carlos: —En España sólo estuvimos de paseo. Pero esa habilidad ibérica, que comentaba antes, ese desprejuiciado gesto de la trasmisión lenta y cotidiana de mi padre, ha hecho que el carácter, el paisaje, las costumbres tanto como los vicios y las mañas de una ciudad como Salamanca, nos sean sumamente familiares, tanto como nuestro país. Hemos aprendido a amar al español que hay en cada argentino, así como al argentino que hay en cada español, y sus peculiaridades.
José María: —Nuestro padre viajó desde Salamanca a la Argentina en 1949 cuando tenía 18 años y siempre añoró volver, hasta que se dio cuenta que tenía ocho hijos y unas nuevas raíces imposibles de transportar. Nuestra infancia está plagada de familiares españoles (abuelos, tíos, primos), de cartas venidas de España y una gran cantidad de historias que, a la vez que vivimos y nos criamos en Argentina, hicieron que fuéramos conociendo España. En Uribelarrea, mi padre tiene un salón de fiestas que se llama “Salamanca” y está adornado con afiches de corridas de toros, de la calavera con la rama, de una pintura con el puente romano sobre el Río Tormes (donde transcurre la historia del Lazarillo) y otros elementos charros. Esto convive con ponchos gauchos, pinturas criollas y un montón de elementos propios del folklore argentino, además de un rincón con instrumentos (batería, guitarra y bajo) que usábamos tanto para tocar música nativa como rock and roll. Creo que en ese bagaje está cifrada nuestra identidad.

Pilar: —Pienso, estoy segura, que es un libro que gustaría mucho aquí en España a los amantes del género, que son muchos.

José María: —Ojalá que así sea. Nosotros amamos la literatura en general, pero hay guiños a los grandes creadores del horror contemporáneo, como Lovecraft, King o Clive Barker, y también de la novela erótica, con mucho de aquella mítica colección La sonrisa vertical, que dirigía Luis García Berlanga.

Pilar: —Carlos y José María, ¿habrá más libros en común?

Carlos: —Aún no lo sabemos. La primera novela se llamó Recuerdos parásitos y transcurría completamente en la provincia de Buenos Aires y parte en la Capital Federal. Con Muerde muertos nos atrevimos a cruzar el Atlántico, y quién sabe dónde nos puede llevar en el futuro en la complicidad de hermanos.
José María: —Los muerde muertos siempre quieren más. ¿Tal vez un viaje interplanetario? ¿Un viaje a la Luna? ¿Alien vs. los muerde muertos? ¿La conquista de Martes o de Venus? No lo sabemos aún.
Carlos: —Ehhh... no sería mala idea. Habría que pensarlo. Pensarlo dos veces, como diría el viejo Marcos.

Pilar: —Sólo me resta felicitaros por esta obra en especial y por vuestra labor al frente de la Editorial Muerde Muertos. Un sueño hecho realidad, que ha dado ya, y continuará dando excelentes frutos.



MUERDE MUERTOS

Reseña: Pilar Alberdi

«Pagamos el precio de nuestra vida a cambio de vivirla» Muerde muertos.


La obra reúne la correspondencia epistolar entre Blaise Orbañeja, «un viejo bibliotecario retirado» que vive en Buenos Aires y Jesús Figueras Irigoyen, un periodista de investigación, jubilado, que reside en Salamanca. Los dos hombres son argentinos. El primero, desea conseguir un viejo manuscrito titulado Tratado teórico del oficio de muerde muertos escrito en 1649 por el Conde de Orbañeja del Castillo, y el segundo desea conocer el paradero de su hermano Ignacio, desaparecido, según todos los indicios, en la ciudad de Salamanca o en sus cercanías. Lo último que se sabe de esta persona es que podía haber encontrado varias pistas para encontrar el manuscrito y también para hallar a los actuales «muerde muertos» o «croque-morts» como se los llamó en Francia a partir de 1880.

Dos autores, dos hermanos: Carlos y José María Marcos.

Dos personajes. Blaise Orbañeza y Jesús Figueras Irigoyen. Si el primero dice:«(...) los libros son cazadores de pequeñas historias»; el segundo afirma «Usted padece de la misma locura libresca de su hermano».

Dos ciudades: Buenos Aires y Salamanca.

«Buenos Aires parece una ciudad generosa y quizá lo sea con quienes le perdonan sus errores. En verdad es una ciudad que absorbe haciéndoles creer a todos su prodigalidad. Atrapa, arrastra, corroe y aspira hasta dejar su presa sin carnes, muerta, seca. Es una ciudad venenosa y envenenada, encantadora y encantada, divertida y tiranizante».

«No olvide que Salamanca está construida en el momento de encenderse las luces del mundo, basta levantar los ojos sobre la línea del horizonte para sentir el silencio opresivo del dorado del cielo y de sus piedras más allá del viento».

Dos líneas de investigación:

Dice Blaise: «A través de los años siempre me las arreglé para trajinar a la búsqueda de algún manuscrito, una rara edición o cualquier antigüedad digna de mi interés».
Desde Salamanca, Jesús contesta: «Pienso en lo paradójico de su pedido: usted quiere que le encuentre un libro que busca infructuosamente, yo, que justamente he buscado durante años a un hermano sin obtener ningún resultado positivo».

Dos flujos de correspondencia:
en dónde las lecturas de los interlocutores quedan manifestadas a través de la cita de numerosos autores, clásicos y contemporáneos. Tampoco faltan libreros, librerías, y bibliotecas de las ciudades de Salamanca y Buenos Aires.
Mientras los protagonistas realizan una investigación a dos bandas, las cartas recogen, además, la filosofía propia de las personas que han pasado la medianía de sus vidas e intentan explicar con palabras sus vivencias y sus lecturas con frases como estas: «la realidad no depende de los hechos, sino de las creencias», «porque el mundo es la sensación de soledad que tenemos todos al levantarnos».

Lo fantástico de la historia surge a partir del avance de las investigaciones; el misterio y el terror con la presencia de los «muerde muertos»; lo policial con la investigación sobre Ignacio y el manuscrito; lo erótico con la idealización de la juventud, la belleza, el deseo y el goce sexual.

También son temas de esta novela el desgaste de las relaciones, el día a día que nos libera y nos humilla, y la idealización de la tierra mítica, el lugar de origen, o aquel del que uno se siente parte, además de la idealización de la amante, frente a la mujer «esposa/compañera». De este modo, mientras la primera como símbolo puede colmar todas las expectativas del imaginario masculino y favorece la detención del paso del tiempo, la segunda lo recuerda constantemente. Mientras la primera promete placer y hasta un cierto rejuvenecimiento, la segunda limita porque es testigo de los fracasos personales, de las pérdidas y de la amenaza que hay en el camino recorrido o por recorrer.
Después de leer la obra, sin poder abandonar sus páginas, una rápida mirada sobre la estructura nos desvela, como ya he anticipado, la presencia mítica y mística del «doble», que tanta influencia ejerció en escritores como Jorge Luis Borges, a quien también se cita en esta obra.
De esta manera, lo real subyace en lo fantástico, es un eco que nos habla del deseo de la no-muerte y la eterna juventud, del sentido que se busca y se anhela para la propia vida, porque nunca faltará «gente dispuesta a creer en maravillosas falsificaciones» de la realidad, en algo muy parecido a la vida, pero que por mucho que se intente, nunca terminará de ser esa vida que esperábamos para nosotros o para los demás.
En resumen, si la vida es difícil de vivir, aún lo es más cuando los «muerde muertos» aparecen en tu camino. Entonces, puede que encuentres algunos pulgares de pies cortados... O que sientas por ellos una predilección especial, tanto como para desear besarlos. También puede suceder que vivas el temor, la angustia, el erotismo más salvaje...Pero, no te asustes, querido lector, estos seres rara vez matan, pero algunas veces consiguen revivir a los muertos.

lunes, 28 de mayo de 2012

LEYENDO




La editorial Muerde Muertos de Argentina, dirigida por Carlos y José María Marcos, nos envían sus últimas publicaciones.
"Entre el 10 y 13 de mayo, los muerde muertos José María Marcos, Fernando Figueras y Carlos Marcos participaron de distintas mesas sobre literatura fantástica, junto a Ricardo Ruiz (editor de Insomnia), Juan Guinot (autor de 2022. La guerra del gallo), Fernando del Rio, Sebastián Chilano, Alejandra Zina, Gaby Cabezón Cámara, Carlos Salem y Ricardo Romero.
El jueves 10 de mayo de 2012 se realizó la fiesta inaugural del 2º Festival Azabache de Mar del Plata, con la presencia de autoridades locales, escritores, organizadores y público en general. Tras la apertura, se proyectó el corto El cofre, donde actúa el muerde muertos José María Marcos, junto a Guillermo Martínez, Kike Ferrari, Mercedes Giuffré, Alejandra Zina, Leonardo Oyola, Gustavo Nielsen, Gaby Cabezón Cámara, Ricardo Romero y Reynaldo Sietecase".
Una interesante actividad caracteriza desde sus inicios la labor divulgativa del género de terror, ciencia ficción y literatura fantástica de quienes integran la dirección y los colaboradores de la editorial. Muerde Muertos.


lunes, 6 de diciembre de 2010

EDITORIAL «MUERDE MUERTOS».



Por Pilar Alberdi

El pasado 26 de noviembre fueron presentados en Buenos Aires, los libros Ingrávido de Fernando Figueras y Los fantasmas siempre tienen hambre de José María Marcos con una notable afluencia de público. A continuación les ofrezco una reseña de ambos libros y un pequeño resumen que me facilitó el editor de Muerde Muertos sobre cómo se ve el panorama del fantástico en Argentina.


RESEÑA DE «INGRÁVIDO» DE FERNANDO FIGUERAS. Editorial Muerde Muertos. Colección: Ni muerde Ni muertos.



Cuando un argentino quiere comentar a otro, algo grave que le ha sucedido, suele calificarlo «¡De terror..!» mientras recalca fonéticamente la última vocal y la consonante. Y es que la realidad, es tantas veces el terror puro y alucinante, aquél que jamás querríamos tener delante nuestro. Así ocurre con los cuentos de Fernando Figueras, rozan la hilaridad, pero en el fondo no son más que el reflejo de una sociedad que durante años ha sufrido de políticas, cuyas consecuencias, se alcanzan a percibir ya desde el primer cuento de título «Secreto profesional», que rebosa un terrible «humor negro», y se muestra aún más claramente en el segundo relato «Esquina»,donde el narrador comenta: «Por cierto, el intendente no hacía nada» sobre los hechos que están sucediendo en esa ciudad. Para indicar posteriormente que es lo mejor, porque el peligro mayor está en que el funcionario corrupto tome una decisión que como solución llegue a ser aún peor que el problema mismo, en una urbe en la que todos intentan sobrevivir como sea al día a día de sus vidas: «La mañana, rosada y opaca, lo despertó con suavidad. Ya había gente en la calle poniendo en marcha un plan para ese día». Pero los planes como muestra el relato pueden llegar a ser terribles y peligrosos para los demás. Las esquinas de las calles se vuelven improvisados centros de la oferta y la demanda, y la necesidad de conseguir algo de dinero, el deseo de atrapar un posible cliente, puede llegar a consecuencias temibles, en los que la necesidad, el espectáculo y la violencia quedan unidos.
En el tercer relato, «El sapo», tenemos a un enamorado que con tal de estar con su amor, no le va a importar lo que ella dice de que en la otra habitación de la casa hay un sapo de dos metros escondido detrás de una puerta y que sale todas las noches. Ella lo ha dicho, incluso, en la televisión, pero nadie ha hecho nada para salvarla de su temido monstruo. Según avanza el cuento vemos que «el sapo» es el reflejo de lo que hay detrás de esas vidas opacas, apagadas, y sin esperanza. Dice la mujer: «No aguanto más burlas, más humillaciones, más viento en contra». Y el narrador aclara: «Toda su vida había estado signada por la mala suerte, los errores, la propia incapacidad, la indiferencia ajena y los cinco para el peso —que para ella eran veinte— y nunca los tenía. .
Siempre insegura y con miedo. Miedo hasta de su propio llanto, al que no se atrevía a largar a viva voz. Lloraba conteniéndose». Y por si quedasen dudas de cómo se llega a esa desazón personal, la protagonista recuerda su pasado, en donde también había una especie de monstruo, un complejo: «Desde chiquita me molesta que me miren. Siempre fui gorda. Mis viejos me mandaban a natación para que bajara de peso. Entonces empecé a ser una gorda que iba a natación. Mi cuerpo me daba vergüenza, y ellos me mandaban a un lugar donde tenía que exibirlo». ¡Ay, los padres!, piensa uno, después de leer esas líneas, de cuán pocas cosas nos damos cuenta. Pero enseguida aparece el salvador y, además, con reminiscencias mitólogicas; Ulises, que así se llama es el personaje que está decidido a enfrentarse al sapo de dos metros, y lo hará por amor, porque la vio a ella explicando su caso por la televisión, el caso de la mujer a al que se le aparecía un sapo gigante todas las noches, y como la conocía del barrio, sintió que se enamoraba y qué él bien podría defenderla. Se la veía tan débil, tan desválida, pobrecita, su vecina... Y sin embargo, él después de oírla, sabía que su vida había sido peor, pero había «aprendido a reírse», porque la elección consistía en «la risa o la autodestrucción». Un gran relato que nos acerca a nuestros «sapos», por decirlo con el mismo punto de ironía y humor que muestra el autor. Un cuento que nos toca profundamente.
«Suicidio» es el cuarto relato de la serie, y vuelve con acierto al tema primordial de los dos primeros cuentos, al resultado terrorífico, a las consecuencias cotidianas de la política mal hecha«Uno de diez»; nos hará reír. Trata sobre un momento en la vida de un muchacho al que uno de sus amigos le comentó que sólo una de cada diez veces que se intenta ligar con una chica, se consigue. Como está solo y necesitado de pareja, toma la decisión de a acudir a una discoteca, y una vez dentro, opta por la opción de autoclonarse para no perder ninguna de las diez posibles oportunidades. Situación que nos creemos porque lo fantástico ya había sido anticipado, y la verisimilitud con que se presentan los hechos, no hace más que justificar nuestra curiosidad por querer saber cómo acaba la historia. El muchacho lo tiene claro: una de diez o ninguna posibilidad de conquistar a una joven. Eso es lo que tiene. A partir del momento en que decide su autoclonación, seguiremos a cada clon valorando sus intentos y sus resultados con las jóvenes. Fernando, que es el protagonista, y que no se considera, precisamente, un tipo humilde, no los llamará 1, 2, 3... 10. Les dará nombres con reminiscencias reales como Fernando I, Fernando II... Lo cierto es que es imposible dejar de sonreír con la lectura de este relato en el que percibimos la gran soledad individual en que pueden vivir las personas en los grandes núcleos urbanos.
El sexto relato se titula «Imperativas» y trata de un personaje que obedece sin rechistar las indicaciones de los anuncios publicitarios... El autor, lógicamente, lo dice en argentino y por boca del personaje... «Insertá – disfrutá – viajá – filmá – paga menos. Toda una vida siguiendo decretos publicitarios». Y cuando se cansa de hacerlo activamente lo hace pasivamente. El personaje no puede escapar de ese círculo, llamémoslo, de un modo general, de la obediencia.
El último relato, «Ingrávido», que da título al libro nos hará reír a carcajadas. El protagonista que vive en pareja, contrata un curso de astronauta y lo lleva a cabo en su casa con consecuencias que, lógicamente, no esperaba. Muy buen cuento.
Fernando Figueras nos sorprende con un humor negro que es terror puro. Ha sido un placer la lectura de sus relatos pese a lo terrible de los hechos y la realidad social que intenta deconstruir, pero es a través de estas historias hilarantes donde el autor consigue mostrarnos el desamparo, la insensibilidad, la crueldad, la tristeza a la que se ven sometidas las personas en su día a día. Y aunque ellas porten la inocencia, la ilusión y la esperanza, el autor sabe, quién acabará ganando la partida la mayoría de las veces.

RESEÑA «LOS FANTASMAS SIEMPRE TIENEN HAMBRE» DE JOSÉ MARÍA MARCOS. Editorial Muerde Muertos. Colección: Muertos.



Todos los relatos del libro de José María Marcos llevan una frase preliminar que tiene relación con la temática de las narraciones. Los autores: Jorge Luis Borges, Clive Barker, Liliana Bodoc, Sthepen King, Ernesto Sábato, Naranjos, Alberto Laiseca, Robert E. Howard, Albert Camus, R. D. Jameson, Howard Phillips Lovecraft.
En el primer relato titulado «Ceguera» que da comienzo con las palabras de Jorge Luis Borges, «No habrá nunca una puerta. Estás dentro», un niño siente que está habitado por otro, y que este otro quiere conocer a través de sus ojos lo que hay fuera. La solución parece simple, para evitar a ese horrible ser habría que quitarse la vista. Es una opción, que el relato se encargará de demostrarnos si es válida.
El segundo cuento, «El Gordo» , nos habla de los padecimientos de un muchacho obeso al que su padre quiere obligar a adelgazar. La frase que anticipa el relato es de Clive Barker, y dice: «No podemos destruir el monstruo, porque el monstruo somos nosotros». El protagonista de este relato nos indica el autor, casi había olvidado su nombre porque todos lo llamaban «el gordo». Su vida en uno de esos barrios suburbanos de Buenos Aires, en que la soledad resulta manifiesta y en la que se ve una persona por la calle, de tanto en tanto, no se distinguía en nada de la de los demás, salvo en que era hijo de un policía y de una madre que se fugó con otro.
El relato cuenta la lucha del padre contra el hijo. El oficial sabe lo que hay que hacer. Ya lo ha probado con otros: primero prevenir, y cuando esto falla, reprimir. Sin duda alguna, es un cuento terrible, de esos que tras acabar su lectura, no podremos olvidar.
«Manchas» es el tercer relato. Nestor Rossini, el protagonista es un italiano, uno de los muchos inmigrantes llegados a la argentina, que fue todo lo feliz que puede ser un ser humano, el especial día que, por fin, pudo ver construida su casita. Lo malo fue que al tiempo empezaron a aparecer manchas. Hasta aquí el cuento podría llevarnos hasta Kafka, pero la perspectiva cambia para el lector cuando vemos que esas manchas no desaparecerán ni siquiera si se muda.
El cuarto cuento «La muerte de Rocky» refiere la vida de un niño pequeño preocupado por saber qué es la muerte y qué hay después de ella. Con el paso de los días, inesperadamente, su gato aparece muerto. El niño ya había manifestado su deseo por saber si había gatos zombis. Y peor todavía, no manifestó mayor tristeza tras el conocimiento de que el gato, su querido gato, había muerto en circunstancias extrañas. El cuento está muy bien. Viene a decir que no todos los niños son tan inocentes como parecen, o que el ansia de saber puede llevar al ser humano a cruzar ciertos límites, o puede querer decir que todo es pura imaginación y nada más que imaginación, conclusiones nuestras tras la lectura. Sin duda, el tono serio pasa a la sonrisa, cuando leemos la oración que el padre del niño reza ante la tumba que ha preparado para el gato: «Señor de los gatos. Te enviamos a nuestro querido Rocky para que comparta el banquete celestial, en el que no faltará nunca la leche ni los pescaditos».
«La casa Hansen», quinto de los cuentos de este libro, nos trae una reminisencia a la Casa Hauser de Poe y, también a Casa tomada de Cortazar, ya que la historia va de hermanos en una casa especial y en circunstancias especiales. Es un cuento melancólico en el que se anhela encontrar un objeto que se guardó en un tiempo pasado en el interior de una casa.

El sexto cuento titulado «El ventanal» va de un ladrón, una anciana y una vieja mansión. Pero cuidado, la anciana no es tan débil como parece, ni el ladrón tan fuerte. Y la casona, convirtiéndose en un personaje más, también tiene algo que decir en esta historia.
Las casas en los cuentos anteriores tiene valor temático como objeto de un deseo y como testigo de una estirpe familiar; y adquieren cierta complicidad, convirtiéndose en amigas o en enemigas según para qué personaje, y ayudan a aumentar el misterio.
«Isidro», el séptimo cuento, trata de la relación de un adolescente hijo de una familia numerosa en la que nadie tiene demasiado tiempo ni ganas para ocuparse de los sentimientos de los demás. Desde el punto de vista del hijo menor, se verá la relación que éste mantiene con algunos vecinos, y en especial con un viejo, que vive solo y al que el resto de los habitantes del barrio no quiere.
El octavo relato «Magdalena» se refiere a la protagonista de nombre Magdalena Arruiz. Cuando era niña le habían hablado de monstruos que aparecían para asustar a los niños, pero a ella, la vida, se los había presentado más tarde, después de haberse dedicado a cuidar de sus padres.
En «Películas»un hombre yace en un féretro. En la sala del tanatorio, lo acompañan su mujer y su hija. No hay nadie más, nos explica el narrador, porque ha sido «menospreciado por los familiares y no tenía amigos». Hasta aquí el relato nos inclina a la piedad, pero cuando comprendemos lo que este hombre ha hecho, nuestros sentimientos ya no pueden ser los mismos.
«Un ángel de la guarda» el décimo cuento, nos refiere la historia de un asesinado que regresa buscando justicia. Muestra esos grupos de jóvenes ricos, protegidos por sus padres y por los contactos que éstos mantienen con las autoridades y el poder, y que se ceban por las noches con los débiles, atacándolos, golpéandolos, quemándolos... Pero, a veces, los muertos vuelven a reclamar justicia, y lo hacen del modo más inesperado.
El onceavo cuento bajo el título «Resaca» habla de lo difícil que es enfrentarse a un monstruo que los demás creen que no existe, porque no lo ven, pero que uno siente demasiado cerca.
El libro del escritor José María Marcos nos deja una colección de cuentos que no olvidaremos. Con un estilo muy cuidado, unos párrafos elaborados con precisión, sin acentuar todo el peso del relato en el final, José María Marcos nos ofrece una obra de calidad, rigurosa y detallista, y nos va mostrando el género desde un punto de vista argentino y con problemas y circunstancias que hacen a la vida de los habitantes de aquel país austral.

Por otra parte, quería aprovechar la publicación de estas reseñas de los libros Ingrávido y Los fantasmas siempre tienen hambre de la editorial Muerde Muertos, para publicar un pequeño resumen que a instancias mías, ha tenido la gentileza de facilitarme José María Marcos, contestando a mi pregunta sobre cómo se vivía en este momento el género fantástico en Argentina:

«—Las revistas especializadas de la literatura fantástica, la ciencia ficción y el terror que han logrado cierta continuidad en estos últimos años son: Próxima, Insomnia, Axxón y Cuasar. Aunque minoritario, tienen un público bien definido.
—En los suplementos de los principales diarios argentinos (ADN y Ñ), los géneros no tienen mucho espacio. Sin embargo, autores como Angélica Gorodischer, Alberto Laiseca, Alberto Ramponelli, Liliana Bodoc, Gustavo Nielsen y Pablo de Santis han abierto un camino de revalorización del género, al crear obras de calidad.
Angélica Gorodischer (1928) es una de las voces femeninas latinoamericanas más reconocidas dentro de la ciencia ficción, habiendo publicado entre otros títulos Kalpa Imperial, La noche del inocente, Doquier o Tumba de jaguares. Alberto Laiseca (1941), sin ser un escritor de cuentos de terror, llevó con gran éxito el ciclo televisivo Cuentos de terror, a través del cual revalorizó masivamente el género. Era un micro de cinco o diez minutos en el que narraba cuentos clásicos de la literatura universal. Él escribió también Beber en rojo, una novela-ensayo sobre el lugar de los monstruos en la literatura.
Alberto Ramponelli (1950) escribió las novelas de terror: Viene con la noche y El último fuego.
Liliana Bodoc (1958) escribió con un notable éxito La Saga de los Confines, integrada por Los Días del Venado (2000), Los Días de la Sombra (2002) y Los Días del Fuego (2004), que fue traducida al alemán, italiano, francés, portugués, holandés, inglés y japonés. Es una obra al estilo Tolkien, escrita con una prosa poética bellísima, que tiene la particularidad de incorporar la filosofía y la visión del mundo de los pueblos originarios de América Latina.
Gustavo Nielsen (1962) hace años que viene proponiendo obras vinculadas a lo onírico y la ciencia ficción, como Playa quemada, La flor azteca o El corazón de Dolli, y en el 2010 ganó uno de los premios literarios más importantes de Argentina: El Premio Clarín de Novela 2010.
Pablo de Santis (1963), de una larga trayectoria en defensa de los géneros literarios, editó en 2010 una novela de vampiros: Los anticuarios. Una buena historia, con algunas vueltas de tuerca a un tema tan transitado.
—Autores más nuevos de género (entre los cuales, generacionalmente, estamos José María Marcos y Fernando Figueras, nacidos en la década del 70) son: Juan José Burzi, Mariana Enriquez, Paula Ruggeri, Alejandro Alonso, Ricardo Curci, Juan Guinot y Oliverio Coelho.
—Un hecho positivo que no es estrictamente literario, pero está muy vinculado al género, es que desde hace 11 años se está realizando el Festival de Cine Terror, Fantástico y Bizarro Buenos Aires Rojo Sangre, con una importante afluencia de público y una enorme cantidad de películas. Literariamente no hay nada parecido a ello, pero ciertamente es un lugar de referencia para aquellos que gustan del género.
—Desde lo literario, es positiva la aparición de pequeñas editoriales que tratan de darle un lugar al género. Actualmente, Muerde Muertos, Galmort y Ediciones Cuasar son las que abordan esta propuesta, con autores argentinos contemporáneos. ¡Vamos a ver cómo nos va!»


Los autores:

Fernando Figueras: alumno del taller literario de Alberto Laiseca, ha publicado cuentos en las revistas Axxon, miNatura y Guka. Su relato “Sequía” fue elegido para integrar la antología De Diez (Ediciones Al Arco, 2009). Ingrávido es su primer libro de cuentos.
El autor nació en Buenos Aires (Argentina) en 1970.

José María Marcos: finalista del IV Premio de Literatura de Terror Villa de Maracena 2009 (Granada, España), está dedicado a desarrollar una obra vinculada al horror contemporáneo. En 2007 publicó la novela Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...), escrita con su hermano Carlos. Sus relatos, reseñas y entrevistas sobre literatura fantástica han aparecido en diversas revistas, como Insomnia y miNatura. Magíster en Periodismo y Medios de Comunicación (Universidad Nacional de La Plata), dirige el semanario La Palabra de Ezeiza (fundado en febrero de 1995). Nació el 17 de septiembre de 1974 en Uribelarrea (Buenos Aires), Argentina.



lunes, 8 de noviembre de 2010

NUEVA EDITORIAL EN ARGENTINA DE GÉNERO FANTÁSTICO, TERROR Y OTROS.

La Editorial Muerde Muertos presentará los libros de cuentos Ingrávido, de Fernando Figueras, y Los fantasmas siempre tienen hambre, de José María Marcos, el viernes 26 de noviembre en la Casa de la Lectura (Lavalleja 934, ciudad autónoma de Buenos Aires), a partir de las 19 horas. El escritor y periodista César Melis se referirá a las obras.



Los fantasmas siempre tienen hambre de José María Marcos. Se trata de once historias de horror contemporáneo donde no faltan los fantasmas, los espíritus perversos, las casas lóbregas y embrujadas, un gato muerto, un asesino serial y hasta un zombi.
José María Marcos: finalista del IV Premio de Literatura de Terror Villa de Maracena 2009 (Granada, España), está dedicado a desarrollar una obra vinculada al horror contemporáneo. En 2007 publicó la novela Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...), escrita con su hermano Carlos. Sus relatos, reseñas y entrevistas sobre literatura fantástica han aparecido en diversas revistas, como Insomnia y miNatura. Magíster en Periodismo y Medios de Comunicación (Universidad Nacional de La Plata), dirige el semanario La Palabra de Ezeiza (fundado en febrero de 1995). Nació el 17 de septiembre de 1974 en Uribelarrea (Buenos Aires), Argentina.



Ingrávido de Fernando Figueras. Siete relatos que, sumándose a las más atrevidas propuestas actuales, juegan al borde de los géneros, creando un particular mundo donde la parodia no alcanza sólo a la realidad, sino también a la ficción misma.
Fernando Figueras: alumno del taller literario de Alberto Laiseca, ha publicado cuentos en las revistas Axxon, miNatura y Guka. Su relato “Sequía” fue elegido para integrar la antología De Diez (Ediciones Al Arco, 2009). Ingrávido es su primer libro de cuentos.
El autor nació en Buenos Aires (Argentina) en 1970.