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jueves, 30 de diciembre de 2010
RESEÑA DE "LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE" DE ALEJANDRO CASTROGUER
Por Pilar Alberdi
«Los hambrientos abarrotan la explanada de la estación de Santa Justa. Sacrifican su individualidad en favor de la raza. Miles de brazos y una sola idea, carne fresca: dos palabras que crecen como un tumor dentro de la cabeza. (…) Los hay que arengan a la multitud subidos sobre los cadáveres de los coches, erigidos en minaretes desde los que guiar a los que esperan una orden para comenzar el verdadero asalto. Lanzan proclamas incendiarias, la palabra medio regurgitada, ronca, áspera: '¡Muerte!, los dos puños al cielo de Sevilla'»
Estos son algunos de los parráfos con los que nos adentramos en la novela La guerra de la doble muerte de Alejandro Castroguer publicada por Editorial Almuzara, que ya en su día publicó Guerra Mundial Z de Max Brooks, inaugurando el género en España, abriéndose a un nuevo sector de lectores y con muy buenos resultados.
La novela de Alejandro Castroguer, no es una novela más del género, en el sentido de que busque recrearse en los resultados de la deformación, la putrefacción y el temor a la muerte que habita en los temores más íntimos de la mayoría de la gente. Más en esta época en que ser o parecer joven está de moda.
En la sinópsis se nos indica que esta es la historia de tres resucitados no-muertos de nombres Judith, Jonás y Salvador. Y una sinópisis, necesita ser eso, además de un resumen bien conseguido, una invitación a la lectura. Pero... ¡cuidado con esa idea tan en boga de que las lecturas deben ser fáciles o estar hechas a nuestra medida, nuestro gusto, y nuestra edad! El libro de Castroguer exige la participación del lector para que se sume a buscar las piezas del puzzle que faltan, para que intente adivinar ante la niebla que cubre los flashbaks, y que vamos viendo más claras, a medida que pasamos página y avanzamos en la lectura. Mientras la historia se cuenta en tercera persona, estaremos oyendo en primera persona lo que piensan unos seres que no saben quiénes son porque apenas recuerdan nada y cada día es una lucha con los espejos en los que no desean verse, con sus cuerpos a los que no logran acostumbrarse, con sus necesidades a las que tendrán que satisfacer mal que les pese. Porque incluso los no-vivos necesitan alimentarse. Dice Judith: «Únicamente el nombre de una extraña, desgranado cuenta a cuenta en un rosario, Judith, Judith, Judith» Luego iremos sabiendo quién fue ella, qué profesión tenía, qué nombre, en qué situación se encontraba cuando sucedieron los hechos que acabaron en su muerte y posterior resucitación a la no-vida en la que se debaten los zombis, pero Judith, al igual que el resto de los personajes de su clase seguirá ignorando prácticamente la totalidad de su pasado. Y lo mismo sucederá con el resto de los personajes, incluido el doctor Arvo Hawtorne, más conocido por Ahab (veáse la referencia literaria ímplicita con el capitán del barco que dará caza a la ballena en Moby Dick), y que actúa como el jefe supremo de los Durmientes, seres con más poder aún que los propios zombis. Y como siempre, la maravilla, al menos para mí, es que sin otros personajes que aparecen a su lado, aunque en un segundo plano, la altura dramática de los principales, sería imposible. ¿Qué sería de Jonás, sin su madre y luego sin Judith que será la que le de el nombre de Jonás? ¿Que sería de ésta mujer, Judith, quizá uno de los personajes con más crecimiento ético de la obra, sin su ex marido, y la nueva familia que éste formó pese a que para ellos pueda suponer una desgracia el encuentro con Judith? ¿O la de Salvador, el investigador privado al que los amigos llamaban Fetuccine, y que se ganaba el pan revolviendo en los trapos sucios de las personas? ¿Qué sería de él,sin ese perro, de nombre Óscar, que por casualidad acaba acompañándolo cuando se producen los primeros brotes de infectados en Sevilla, o sin ese grupo de jóvenes que lo obligan a escapar con ellos en un Chrysler Voyager por una carretera desierta rumbo al Mediterráneo? ¿Sentiríamos la lejana maternidad posible en la actual situación de esa joven Judith, que alguna vez se llamó Angélica, cuando al mismo tiempo que se ve impelida a atacar a los seres que forman una familia, es capaz de salvar a uno de ellos, y protegerlo incluso de sí misma y de otros contagiados como ella?
La obra recrea lo que podría pasar de un día para otro en una situación similar. Gente escapando, coches detenidos, desabastecimiento, abandono de las buenas costumbres y olvido de la moral a cambio de sobrevivir... ¿Han leído ustedes Suite francesa de Irène Némirovsky? Verán en ella lo que es la huida de una ciudad asolada por la guerra, en la que todos huyen sin saber a dónde, creyendo que en alguna parte está la salvación.
Una plaga. Un nuevo virus... Lo hemos vivido recientemente con la Gripe A. Con nuestros ojos hemos visto los controles en los aeropuertos, las detenciones de tránsito obligatorias, el internamiento en centros hospitalarios, el cierre de fronteras... No ocurrió hace años, apenas ayer. Y el miedo a una pandemia, impone más miedo aún. Ahí están también los actuales controles en los aeropuertos por temor a posibles atentados terroristas. Ese control a las personas en que todas acaban siendo sospechosas. Lo que produce el miedo, es es el contagio del miedo, como bien deja ver Castroguer en la novela.
Sin duda, al menos para mí, este entramado de líneas fronterizas, desencadenadas cuando suceden los hechos y determinadas por las circunstancias del lugar en que cada uno vive, muestran lo difícil o imposible que puede ser para los personajes, ya sean zombis o personas no contagiadas, el conseguir pasar a la parte de territorio no afectado. Me lo recuerda también esa carretera de la costa, que sale hacia Almería, la 340, y en donde se bombardea a los infectados que intentan escapar por ella. Esas imágenes traen recuerdos de la Guerra Civil Española, pero también de todas las guerras.
El miedo no va sólo, va siempre unido al poder y este busca obtener fines, olvidando los medios. En la novela se le dice a los infectados a través de megafonía que su enfermedad tiene sanación y que se reúnan en un estadio de fútbol. No tan lejano en el tiempo queda el recuerdo del dictador chileno Pinochet llenando estadios de fútbol con aquellas personas a las que por creer en la democracia consideraba opositores. Quienes tenemos un poquito de memoria histórica sabemos de estos lugares convertidos en reunión de víctimas que serán llevadas al matadero o al destierro. Puede que se los haya llamado «campos de refugiados o de trabajo», igual da, acabaron siendo «campos de exterminio», laboratorios de experimentación.
Del mismo modo que surgen aquí y allá altos muros en el mundo para separar pueblos y culturas; a los expoliadores de los expoliados; así de altas son las murallas de ese bastión llamado la Ciudad Negra que Castroguer sitúa junto al mar y en Andalucía. Porque la literatura, si algo es, es un espejo de la sociedad y de las personas. Y quien crea que algún género de la literatura, incluso este en que el terror se une al fenómeno zombi, puede llegar a ser más superficial que otro, se equivoca. Decía E. M. Forster, el autor de Una habitación con vistas o del ensayo teórico Aspectos de una novela, que la literatura se compone de dos elementos: tiempo y valores. Así es, como la vida misma. Tiempo y valores. No somos otra cosa en el devenir de nuestros días. Son nuestra mayor preocupación, y marcan el sentido de los días que vivimos, definen nuestras acciones y dan lugar a nuestro comportamiento.
En La guerra de la doble muerte, la obra de Alejandro Castroguer, hay escenas que bien merecerían formar parte de una película, aunque ya haya sido así en la imaginación del escritor, como por ejemplo la relación de amor-odio y la terrible complejidad de dependencia mutua que mantienen Jonás y su madre, y el nuevo rol que jugará una persona como Judith que llega inesperadamente a sus vidas. Otra escena que recuerdo porque vivo a un paso de la capital de Málaga, es la descripción de lo que sucede en la zona de la Plaza de la Marina, junto al puerto,cerca del jardín botánico, en ese alto edificio abandonado de la aseguradora La equitativa en la que los zombis han visto una posible presa que ha sobrevivido hábilmente, sin ser vista hasta entonces, y lo ha conseguido cazando aves en una azotea. Poco después subirán a por ella. Pero la fidelidad al lugar, al espacio físico conque están escritas esas imágenes es importante, casi se puede oler el aroma del mar y oír los chillidos de las gaviotas sobrevolando el puerto. Ahí está como podemos verla diariamente, la estatua de Hans Christian Andersen, junto a la que se sientan los turistas extranjeros después de dar una vuelta por la ciudad y antes de volver a esos cruceros que los llevarán nuevamente por el Mediterráneo de regreso al puerto de partida. Otras imágenes muy logradas son las del encuentro de los zombis que escapan de una Andalucía infectada e intentan ir hacia el norte, topándose camino de Despeñaperros con los carros de combate.
Si bien en la primera mitad del libro el narrador se mantiene más distante, en la segunda parte su cercanía nos trae la sombra del autor, y se vuelca, a través de los personajes, en una muestra de sus preferencias literarias, musicales y cinematográficas, y en una continúa serie de citas sobre esos temas.
Hay metáforas y comparaciones que saltan por las páginas y que nos hablan de la formación como maestro de Alejandro y de sus muchas lecturas. Intentaré poner aquí algunos ejemplos: «Notario del fraude es el cinturón que apura el último ojal para evitar la caída de los pantalones»,«La persiana no resiste. La rata del estómago, tampoco», «Uno de los tipos arrastra las tijeras de unas piernas dejando un rastro de sangre y vísceras en el asfalto», «una sonrisa sin labios y los ojos secos como pozos en un desierto», «Hambre. Es algo antiguo y nuevo. Cada diente cobra vida, como una espada desenvainada o una pistola amartillada», «desde dentro del submarino de su cuerpo», «una hoguera desmedida, una hoguera en los ojos», «el derrumbe de la noche», «Un nuevo aguacero saluda el lunes 1 de febrero», «un hervidero de miedos», «se alquilan amistades a bajo coste», «el traje diario de la hipocresía».
Por último, y volviendo al tema de las referencias literarias, musicales y cinematográficas, me gustaría señalar el contraste que me ha producido esa terrible desmemoria de los afectados intentando sobrevivir en un mundo caótico, mientras intentan recordar algún dato que les permita saber quiénes fueron en el pasado. Contraste acentuado por el narrador que ofrece datos muy concretos de la vida diaria como son las marcas de los coches (a los que se nombra también por su modelo), y lo mismo sucede con los aviones y los helicópteros de combate, o las armas. Se citan también nombres de revistas; de juguetes; de grupos musicales y canciones; de películas, actrices y actores; y no faltan referencias a escritores, pintores e ilustradores, así como a sus obras. La variedad de las citas puede ir desde La Biblia a través de los nombres de los personajes u otro tipo de simbologías, pasando por Dante Alighieri, Gustavo Doré, Herman Melville, llegar a Saint de Exaupery y su obra El Principito, o a Vargas Llosa y La ciudad y los Perros.
Y aunque se intente desde el gobierno, y desde los medios de comunicación afirmar que el número de afectados remite y que la epidemia ha sido controlada, nosotros sabemos, porque siempre sabemos más que los personajes, que la plaga sigue su curso y que no se detendrá.
Enlaces:
Página web de
Alejandro Catroguer
Blog de la Guerra de la doble muerte
Editorial Almuzara
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Ed. Almuzara,
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Reseñas y entrevistas,
Terror,
Zombies
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Tengo esta novela y espero leérmela muy pronto.
ResponderEliminarUn abrazo, Pilar.
Hola Pilar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y un ¡Feliz Año Nuevo! Que las bendiciones abunden y lluevan sobre ti y los tuyos este 2011.
Nunca antes me puse a pensar que es lo que piensa un zombi (supongo porque supuse que un zombi no piensa) esta novela es una muy buena descripción de lo que podría ser cierto, una enfermedad viral que desencadena en la aterradora muerte consciente.Un trastorno de la realidad y a la vez la aceptación de luchar por seguir existiendo.
De miedo, pero interesante, cuando pueda la leeré completa.
Gracias por vuestros comentarios. Y los mejores deseos para las dos.
ResponderEliminarAprovecho para comentar que Alejandro Castroguer estará presentando su libro en la Fnac de Málaga el próximo 21 de enero a las 20 hs.
Un saludo