sábado, 12 de noviembre de 2011

«EL ASESINATO» de John Steinbeck



Por: Pilar Alberdi

El relato El asesinato de John Steinbeck forma parte del libro El largo valle publicado por la Editorial Navanoed. Una editorial que les recomiendo por la calidad de sus libros.

El libro reúne once cuentos del autor norteamericano. Se publicaron por primera vez en 1938. Hablan de un mundo que Steinbeck conocía bien y en el que había vivido parte de su vida, El valle de Salinas.

Los protagonistas son una pareja. Quizá se pueda pensar que el personaje masculino lleva más peso en la historia, pero su papel no existiría sin el contrapeso de la figura femenina. De este modo, podemos decir que Jim Moore es un joven de treinta años que después del fallecimiento de sus padres se ocupa de una granja familiar y toma iniciativas como la de dejar de criar cerdos e incentivar y aumentar el ganado vacuno de sus corrales. Los fines de semana se permite un descanso y acude a Monterrey «para emborracharse y charlar con las ruidosas chicas del Tres Estrellas» donde conoce a una inmigrante de nombre Jalka con la que contraerá matrimonio.

El narrador dice que Jim Moore no encuentra queja de ella, excepto que habla poco, y aunque las palabras con las que contesta sean «breves y mansas», el joven siente que no se entienden bien, aunque hablan el mismo idioma. Como resultado al cabo de un año vuelve a la ciudad buscando la compañía de las chicas del Tres Estrellas.

Jalka, también engancha los caballos al carro, una vez al mes, y se marcha a visitar a su numerosa familia compuesta de madre y hermanos.

A veces, a Jim, le pesan recuerdos del pasado. Por ejemplo, la de una ocasión en que su padre le recomendó pegar a las mujeres. Si eran malas con razón, y si eran buenas también. La contestación de Jim, fue que él jamás haría algo así.

Pasa el tiempo y un atardecer en el que Jim se dispone a partir a la ciudad, invita a Jalka para que lo acompañe. Ella se excusa diciendo que se aburrirá, porque las tiendas estarán cerradas. Mientras hablan, el hombre observa que ella ha dejado una lámpara junto a la ventana y se dispone como otras muchas noches, a bordar. Le pregunta por qué ha dejado la lámpara en ese sitio, y ella le contesta que hay luna llena y quiere verla salir. Su esposo sorprendido, le contesta que si quiere ver la luna, tendrá que mirar por las ventanas que dan al otro lado de la casa, y se queda pensando en la falta de orientación de su mujer. Después, prepara su fusil, el caballo y se marcha. Por el camino se encuentra con un vecino que le comenta que hay forajidos por la zona. Seguramente han aprovechado la luna llena para hacer de las suyas. Ha encontrado una fogata, y en ella los restos de un animal que, casualmente es de Jim, lo sabe porque lleva la marca de su ganado. Dada la situación, éste decide ir a ver el lugar que le acaba de indicar el vecino. Como han pasado varias horas, y ya sería inútil ir a la ciudad, además está preocupado por la seguridad de su esposa y de la granja, decide regresar a la casa.

Lo primero que descubre al llegar es que hay luz en el dormitorio matrimonial. Y en cuanto presta un poco más de atención oye y luego ve un caballo con las riendas puestas comiendo heno en el establo. Hasta ese momento el rifle, el recuerdo de la muerte de un cerdo y de un ternero, y el color rojo («Va a ser una luna roja de las buenas», «encontré una hoguera apagada y los restos de un ternero», «sus ojos estallaron con un matiz rojizo al mirarlo», «para recoger la sangre de la garganta del cerdo en época de matanza» habían supuesto durante el proceso de lectura del cuento, el anticipo de lo que intuimos pasará después, acentuados por los indicios que muestran la débil relación que mantiene unida a la pareja. Sabemos que esas tres líneas de significados (el rifle como arma que sirve para matar, los animales sacrificados, y la sangre) por fuerza, tendrán que concluir en una muerte. Y como en todo buen suspense, no nos importa saberlo, porque lo que queremos es saciar de una vez, la ansiedad y el deseo de llegar al final de la historia.

El joven Jim Moore se refresca en el abrevadero. Sabemos que mil pensamientos llegan y salen de su cabeza. Duda. Quiere y a la vez, no quiere entrar a la casa. Finalmente, se prepara para disparar. Con sigilo llega hasta la habitación matrimonial. La puerta está entornada. Desde esa posición ve en el lecho a un hombre que yace junto a su mujer. Cuando el hombre se mueve, logra reconocerlo. Es un primo de la mujer, uno con el que ella reía mucho. En ese momento, abre un poco más la puerta, apunta y dispara. Y cuando aquel anticipo del color rojo que el autor había derramado en nuestra mente en varias líneas del relato debería estallar ante nosotros casi hasta mancharnos, el narrador solo dice: «Un pequeño agujero negro sin sangre, apareció en la frente del hombre». Mientras, la mujer gime «como un perrito asustado mirando el arma» que puede matarla.

Jim sale de la casa. Abandona el escenario del asesinato. Camina otra vez hasta al abrevadero y se limpia. Después, decide marcharse. No sabemos a dónde va. Al amanecer, regresa junto al sheriff y el médico del pueblo. Estos personajes recogen el cadáver, al que sacan envuelto en una manta. Por supuesto, le dice el sheriff, queda «acusado de asesinato», aclarándole que en ese Estado, ya se sabe, ese tipo de situaciones de adulterio por parte de la mujer, sólo tiene un veredicto: inocente. El sheriff, antes de marcharse, le pregunta si ha matado también a su esposa, y él le contesta que no. Entonces, el representante de la ley, le recomienda que no sea muy duro con ella.
En este instante es cuando sabemos que el consejo del padre aparece en la cabeza de Jim. Y no tardamos en ver cómo sale a buscar un látigo, mientras comienza a buscar a su mujer por la granja.
Calcula en dónde puede estar escondida. Se dirige al granero. Y, en efecto, allí está: llorando y gimoteando.

En la escena siguiente sabemos que ella ha salido de allí con briznas de paja pegadas a sus cabellos y la camisa cruzada por las rayas de la sangre fruto de los latigazos.
Ella le dice:
—Me has hecho daño.
Él contesta:
—Todo el que he podido sin matarte.
Como lectores sentimos que ellos ya se han puesto de acuerdo para seguir adelante con sus vidas y, en efecto, poco después ella le ofrece el desayuno, que no podrá compartir porque tiene los labios hinchados. Sentados uno frente al otro, mientras él desayuna, le dice que irá a la ciudad a comprar madera. Ha pensado en levantar una nueva casa, más abajo, en el valle.

Saquen ustedes sus conclusiones. Esto es maestría. Aquí el asesinato incluye al muerto y también a cuanto ha sucedido. Vemos todas esas fuerzas que concluyen en el arreglo final que supone pasar página sobre los sucedido, para empezar de nuevo. ¿Qué haría ella sin él con su vida? ¿Qué haría él? Saquen la cuenta de esto quienes piensan que un buen cuento de terror necesita palabras soeces, gente terriblemente degenerada, miembros desmembrados y sangre salpicándolo todo.

2 comentarios:

  1. Muy buena reseña =)
    De este hombre he leído dos libros y me han encantado, me gusta bastante su estilo escribiendo =)

    Besotess

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  2. Gracias Shorby. El libro es muy bueno. Tengo señalados (mis libros siempre tienen alguna punta de las hojas doblada, están escritos, incluso corregidos...), ya ves, manías de lectora; pero lo que quería decir es que en este libro hay otros dos cuentos muy interesantes: "Crisantemos" y "El arnés". De la misma editorial y mismo autor tengo "El pony colorado"; y de otras editoriales, "La perla" y "Al este del edén".
    Un abrazo, y buen fin de semana.

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