lunes, 31 de octubre de 2011

RELATOS DE DE MARCEL SCHWOB



Por: Pilar Alberdi

Este libro incluye relatos de misterio y de terror como El tren 081 y Los sin rostro


Jorge Luis Borges fue un enamorado de la prosa de Marcel Schwob, como lo fue de muchos otros escritores, sin duda; pero en Schwob, probablemente, el joven Borges encontró a un gran lector del que se sintió cómplice, y en el que podía reconocer las fuentes clásicas en las que el francés había bebido.

La Editorial Sequitur alumbra desde sus selectas ediciones esta pequeña joya: «La estrella de madera» en la que podemos leer una selección de cuentos de Marcel Schwob, algunos de los cuales me atrevería a definir como de terror o misterio, y en la que también se incluyen unos pocos «mimos», una forma de redacción propia de la Grecia antigua, que muestran escenas de la vida diaria.

La sinopsis nos presenta en la contraportada, palabras que corresponden al primero de los cuentos que da título al libro:

—Dios alumbra en la llanura sus estrellas... repitió el niño. Y yo, abuela, ¿podría encender las estrellas?
—Tú eres muy pequeño. Nosotros somos muy pequeños —dijo ella—.Tan sólo Dios sabe en la noche encender sus estrellas.
Y el niño repitió:
—Tan sólo Dios sabe en la noche encender sus estrellas...


Adivinan bien si piensan que a un niño una respuesta como esta no le alcanza y saldrá a los caminos a buscar su propia estrella para sentir lo que siente Dios.

Marcel Schwob no es un escritor cualquiera. Tuvo éxito a los 25 años y falleció a los 38. Pero lo importante no es eso, sino que fue un gran lector y traductor de clásicos. Escuchen cómo suena su prosa, cómo se abre paso:


«Con el calor, el bosque susurraba como un poderoso hormiguero (…) Tenía él su respiración y su sueño; a veces roncaba (…) Tenía su voluntad y sus gustos: lanzaba en derechura las líneas de abedules que se afilaban como flechas (...)Toleraba la vida de los animales y no parecía darse cuenta de ella; pero sus troncos inflexibles, resistentes, anchos como rayos solidificados que hubieran salido de la tierra, eran hostiles a los hombres»


Además del citado relato que da nombre al libro y que nos llevará por diferentes ambientes, el volumen contiene varios cuentos en los que la lógica se invierte.Sucede así en «El hombre gordo», que bien podría recordarnos algún cuento del futuro Kafka, y en «El tren 081». En este último dos trenes que no deberían ir juntos, van por una vía doble, y nos muestran ese otro lado oscuro.

Un cuento, sin duda, terrible más por lo que sugiere que por lo que en verdad relata es el titulado «Los sin rostro». Supongo que parte de los horrores que Schwob pudo ver en la Primera Guerra Mundial en la que participó habrán ayudado a su creación.
Como bien dice el título se trata de dos soldados sin rostro: «Dos seres de la misma altura, y sin cara. Los cráneos, cubiertos de cabellos cortados al cero, llevaban dos placas rojas, talladas a la vez y de forma parecida, con huecos en las órbitas y tres agujeros para la boca y la nariz» (…) Recibieron en la ambulancia los nombres de Sin Rostro Nº 1 y Sin Rostro 2. Y entonces llega una joven mujer reclamando a uno de éstos como su esposo, pero no sabe cuál de ambos es, y se lleva a los dos... A partir de ahí, es dónde el cuento se podría resumir con las propias palabras del autor: «cuando llegaron a la casa, una extraña vida comenzó para ellos tres».

Los relatos «Beatrice» y «Aracné» rozan, desde distintas perspectivas, el tema clásico que habla del último suspiro como el de la entrega del alma. También en «Las estrigas» aparece el tema de la muerte, mientras que «La cosecha romana» nos recuerda que pese a cualquier sufrimiento por grave que sea de un ser humano (el final de un amor, la muerte de un ser querido) el mundo no se detiene.

Finalmente, los pequeños "mimos" (El Prólogo, Cina, Los higos pintados, La velada nupcial, La enamorada nos recordarán en un estilo clásico esas pequeñas escenas de un pasado que no conocimos, pero que hacemos nuestro a partir de los sentimientos.

Enlace a la EDITORIAL SEQUITUR

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