lunes, 12 de septiembre de 2011

«YA SÉ LO QUE LE DIJO»



De Borges a Sthepen King pasando por Robert Louis Stevenson y Mary Shelley

Por: Pilar Alberdi

Como librillos tiene el maestro así son las recetas para escribir... Incluso las hay sobre si lo que se está escribiendo se debe o no enseñar a quienes nos rodean y cuál será el mejor momento. Me parece que en esto como en otras muchas cosas de la vida cada cual actúa como siente.
Dice Sthepen King en su libro Mientras escribo (Random House Mondadori, 2001): «Al final, a quien hago más caso es a Tabby, porque es la persona para quien escribo, a la que quiero seducir». Tabby como bien saben ustedes es su esposa.
Creo que los escritores en el fondo de nuestro ser necesitamos, una y otra vez, preguntarnos y buscar respuesta a por qué escribimos, pretendiendo resolver desde lo consciente aquello que es más inconsciente. Pero, de momento, en lo que quiero detenerme es en este compartir la literatura, «ese sueño dirigido» como bien la llamó Jorge Luis Borges, con la familia o con los amigos que, a fin de cuentas, son siempre los primeros lectores.

Tomemos el caso de Robert Louis Stevenson, cuando éste pasa unos días de vacaciones, y nada menos que en una cabaña de nombre «Cabaña de la difunta Miss McGregor» se ve en la necesidad de tratar con un niño al que le gusta dibujar. Stevenson igual que hacemos los adultos que tenemos niños cerca, decidió participar en ese mundo imaginario haciendo sus propios dibujos. Así surgió una de sus historias más conocidas: La isla del tesoro. Esta anécdota se cita en sus Ensayos (Losada, 2005) y se la complementa diciendo que Stevenson, de regreso al hogar leía todas las noches a su familia los capítulos que iba escribiendo y recibía comentarios de su hermana, de su madre y de su padre, quien, además colaboró sugiriendo qué objetos podía haber en el cofre y elaborando la firma del capitán que aparecería en la carta.


Si esta anécdota contada por el autor es curiosa no dejo de imaginar que toda la literatura debe estar repleta de ellas. ¿Imaginemos aquella reunión de escritores (Lord Byron y su amante Clarie Cairmont, el doctor Polidori, Percy Bysshe Shelley y su esposa Mery Shelley)de la que luego surgieron obras como El vampiro de Polidori o el Frankestein de Mary Shelley? Aquella reunión en Villa Diodati en junio de 1816, tuvo que ser sorprendente, pero sobre todo porque esas dos obras no han perdido actualidad.

Pero quizá la anécdota que más me gusta y que leí hace muchos años, fue contada por Borges. El había comentado los relatos que estaba escribiendo con su madre, doña Leonor Acevedo. Como suele ocurrir, a veces, la dificultad está en elegir la frase correcta o si las palabras del personaje están de acuerdo con su temperamento, incluso con su cultura, o si el lector entenderá lo que se ha propuesto el escritor. Y, a veces, esto no se consigue hasta que se halla la frase adecuada. La madre no olvidó el tema que Borges había planteado sobre un relato concreto, y cuando días después el autor ya casi había olvidado el tema, la madre, le comenta por un personaje: «Georgie, ya se lo que le dijo»...
La literatura, en suma, presencia viva, no sólo en la mente de quienes escriben, sino de quienes leen.

6 comentarios:

  1. Pilar, que entrada más buena. Toda una batería de maestros diciendo la suya. Es verdad eso de la pregunta que se repite. ¿Por qué escribir?
    Y la importancia de las madres. Y la importancia de los niños, del que fuimos y de los que tenemos delante, como ese niño que fue Stevenson. Otro gran maestro.
    No me invitaron, por cierto, a la reunión de Byron, quien andaba entre bellezas.

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  2. Excelente. Por suerte hay cosas muy diferentes muy buenas. Y de todas podemos alimentarnos

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  3. Igor: entre niños anda el juego. Sí, los niños que fuimos son los que nos hacen escribir ahora... Aquellos niños observadores, acaso tristes, aventureros o tímidos, valientes o cobardes, escondiéndose del mundo o saliendo a él como futuros héroes... Sí, mucho del tema va por ahí.
    Como la soledad en esto de la escritura es evidente, le debo mucho a mi esposo, a su paciencia; a la de mis hijos. (Ahora ya adultos y que han formado sus propias familias).
    Hacer obra, de eso es de lo que se trata, porque no sabemos seguir adelante de otra manera, porque nada ni nadie sería capaz de impedirlo.
    Y se equivocaron sin duda al no invitarte a esa reunión, Igor. Yo lo aseguro. Aquello fue como hacer un trabajo por encargo y qué buenos resultados dio. Mery Shelley con su enorme cultura, con su prosa sosegada. ¿Y qué hubiera hecho el Drácula de Stocker sin el antecedente del vampiro de Polidori?
    La vida...
    Un abrazo.

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  4. Pucha, conozco la anécdota de Borges. Era sobre el cuento "La Intrusa", él tenía problemas con el cierre de la historia, y pasados unos días la madre le sugirió las palabras para el final.
    Sip, impresionante.
    Gracias Pilar por el recuerdo, y tus publicaciones.

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  5. Hola Efa, gracias por indicar el título del cuento. Se puede decir con Borges: "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos", y no nos equivocaríamos. Al menos, en mi caso. Pero si uno de esos pequeños trocitos fragmentados salva algo de nuestro pasado, bienvenido.
    Un abrazo.

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