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miércoles, 22 de junio de 2011
"FORJADOR DE PENUMBRAS" DE PABLO MARTÍNEZ BURKETT
Entrevista
Por: Pilar Alberdi
El escritor Pablo Martínez Burkett, acaba de publicar Forjador de penumbras, una colección con sus mejores relatos, en la editorial Galmort (Buenos Aires, Argentina).
Pablo, Forjador de Penumbras me ha permitido volver a leer buena literatura fantástica. Y qué bien puestos los adjetivos.
Muchas gracias. Aunque uno se ha determinado a abandonar una marcada vocación por el barroquismo, la nota tipificante de una adjetivación, no sé si eficaz, pero al menos precisa, tiene que ver con una concepción estética sustentada en una suerte de platonismo que, al consentir la existencia de arquetipos, reclama el concurso de calificativos que individualicen a este hombre de aquel otro. Después, ya es cuestión del gusto de cada quien.
¿Cuál dirías que es de todos los relatos que integran este libro, aquel que más ha impactado a los lectores? ¿Por qué?
Qué buena palabra “impacto”. Da la idea de hacer centro pero también de conmover, dejar una huella. Lo que resulta consistente con la idea de que todo relato sólo está completo cuando un lector le confiere una significación, conjugando sus propias imágenes de lo real, lo imaginario y lo simbólico.
En este sentido, las devoluciones que voy recibiendo sitúan el abanico de preferencias en un rango singularmente amplio. Hay quienes eligen los solapamientos temporales que se esbozan en “Triskel” o “El sueño de Otro”. Los hay inclinados por el minucioso universo retratado en “Un mundo tan frágil y defectuoso” o “El último pretoriano”. Sin embargo, otros me felicitan por la apremiante irrupción de lo fantástico en lo cotidiano, como sucede en “Perfidias de Newton” o “Axis Mundi”. Los que profesan amor por el terror, se guardan sus votos para “Y entonces no habrá más miedo” o “Sueño 48”, mientras que los volcados a la ciencia ficción, resaltan el desolador “Ovejas y Cabritos” o el simpático “Segundo Contacto”. Pero creo que estoy bastante rumbeado si digo que los favoritos de todas las capillas son “Regreso a Los Perales”; “Sospechas Baldías” y “La doncella de hierro”.
Y ¿aquél por el que sientes preferencia? Las razones.
Realmente es casi como preguntarle a un padre a cuál de sus hijos quiere más. Este compendio contiene relatos que abarcan un período de unos veinticinco años y cada uno en su hora, fue ocasión de júbilo. Sin embargo, “Regreso a Los Perales” es uno de mis preferidos. En su primera configuración, lo escribí hace unos 5 ó 6 años y aunque soy corrosivamente crítico con lo que hago, supe que había alcanzado un pico narrativo. Después sacó el segundo premio en el Concurso Nacional de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares 2010, que fue doblemente gratificante. Si recibir un premio ya es un halago bastante grande, ser honrado con un premio que lleva el nombre de Adolfo Bioy Casares, fue una ocasión de íntimo regocijo, porque su obra tiene mucho que ver con los fantasmas que me han hostigado desde pequeño. Pero además, la idea de que escritores reconocidos como los que integraban el jurado me hubieran tomado en serio, me llenó de alegría. Con “Regreso a Los Perales” empecé a jugar con la idea de que quizás, a continuación de mi nombre podía poner una coma y agregar “escritor”.
Uno está en el camino de la literatura fantástica porque...
Es una forma de buscar la complicidad del lector a la hora de conjurar las propias perplejidades. Siempre me llamó la atención la coreografía que es dable notar al contrastar el engañoso imperio de los sentidos con aquella convención que llamamos realidad y ese infecundo esfuerzo que son las palabras. De modo que acudiendo a lo fantástico como método, el terror como atajo y la ciencia ficción como interrogante, trato de poner bajo asedio a una llameante sospecha: debajo de la realidad hay otra realidad, no pocas veces inquietante, otras muchas, horrorosa. Por eso en mis relatos se puede advertir la irrupción de un hecho increíble, no pocas veces desaforado, en un mundo escrupulosamente creíble.
¿Te parece similar o diferente el tipo de literatura fantástica que se hace en los distintos países iberoamericanos y en España?
Una de las bisagras en mi evolución como escritor ha sido sin dudas empezar a participar con asiduidad en la Revista Digital miNatura. Podría decirse que es un espacio óptimo para tomarle el pulso al género fantástico en Hispanoamérica, porque en cada nuevo número los editores (Ricardo Acevedo Esplugas y su esposa, Carmen Rosa Signes Urrea) plantean un determinado tópico sobre el que han de versar invariablemente todas las colaboraciones. Y es allí donde se puede señalar una significativa similitud, más allá de las cualidades compositivas y preferencias estilísticas de cada autor. La confrontación de los estilos narrativos es ciertamente muy enriquecedora. Tal vez, a mi modo de ver, pudiera decirse que en España son un poquito más frikis (lo digo como piropo) y tienen una mayor inclinación por la ciencia ficción, mientras que de este lado del charco, somos más propensos a un relato, digamos, psicológico o con menor despliegue de “fierros”.
¿Hay tópicos recurrentes? Que apruebes, que te disgusten...
Es una pregunta muy interesante. Una vez finalizada la selección de los cuentos que iban a integrar este volumen advertí que había actualizado aquel pasaje memorable de Borges quien, en el Epílogo de El Hacedor, evoca a aquel hombre que se había propuesto dibujar el mundo y que al final de la jornada, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.
De alguna manera, aunque en mis historias se alternan soldados con patéticos dramaturgos; hombres comunes con titanes de los tiempos antepasados; profesores encumbrados con pavorosos dragones; alienígenas hostiles con damitas de modales irreprochables; siempre está presente la certeza de que los límites entre lo real y lo ilusorio tienen una solidez desprolija, certeza que actúa como disparador de los mismos interrogantes. ¿Y si fuera cierto que existe una multiplicidad de universos y están todos allí zumbando su orfebrería para resquebrajar nuestra realidad? ¿Es posible conocer la realidad? ¿El curso de nuestras acciones responde a un plan divino o somos hojarasca caduca que se revuelve en un insensato huracán de las causas y efectos? ¿Hay en verdad un Dios tal como nos gusta creer?
¿Qué autores del fantástico recomendarías a los jóvenes escritores y por qué?
Ya lo decían los romanos: para modernos, los clásicos. Y por lo tanto recomiendo vivamente la lectura y relectura de E. A. Poe; H. P. Lovecraft; Baudelaire; Guy de Maupassant; H. G. Wells; Julio Verne; Giovanni Papini; Kafka; Lord Dusany; G. K. Chesterton; Marcel Schwob; Robert L. Stevenson, entre otros. Ya con eso, hay para entretenerse un buen rato. Y me parece que en nuestra lengua son imprescindibles el inmenso Borges, pero también Adolfo Bioy Casares y por supuesto, Julio Cortázar. Para no aparentar un chauvinismo que carezco, me gustan mucho algunos trabajos de Roberto Bolaño, con ese particular entendimiento de lo fantástico y probablemente, algunos pasajes de Alejo Carpentier, aunque él mismo se autodefina como militante de lo real maravilloso. No obstante Teodorov acotó el ámbito de estudio en tres grandes categorías: lo maravilloso, lo insólito y lo fantástico, tengo para mí que las superposiciones son manifiestas.
La ciencia ficción es a tu obra como...
…una nueva novia a la que se está conociendo y empezando a querer. Tanto en mis lecturas como en los cuentos que escribo, estuve mayormente aparcado en el terror o lo fantástico y no era muy dado a la ciencia ficción. Evitaba las intervenciones de máquinas, aparatos y otros inventos (admito que pueda ser una contradicción, cuando desde los cinco años mi serie favorita es Star Trek). Sin embargo, empecé a familiarizarme con conceptos para mí novedosos, como cyberpunk, space opera y tal; y le tomé el gustillo. Y luego ya me zambullí sin pudor en autores clásicos del género, sobre todo, Philip K. Dick, a quien he abrazado con la apasionada fe de los conversos.
Después de Forjador de penumbras...
… hay que seguir escribiendo. Por aquello de si alguna vez llega la inspiración, que te pille trabajando. Cuando no se es sino escritor por vocación, se hace difícil hurtarle tiempo a la profesión que te da de comer, a la familia o aún, a la lectura. Pero escribir resulta un imperativo, un conjuro, un destello en la oscuridad que nos permite entrever los contornos de lo que nos rodea.
Por lo pronto, tengo terminado dos libros. Uno, con más de 30 relatos cortos, que recoge mi labor en la Revista miNatura y que desde luego, pertenecen al género fantástico, el terror y la sci-fi. En octubre estimo que empezarán las tareas de compaginación y edición. El segundo libro es de otros tantos relatos, pero en este caso, el énfasis está más en lo interpersonal que en lo fantástico. Allí están agrupadas historias de gente común y supongo que saldrá el segundo trimestre del año que viene. Asimismo, entiendo que para este fin de año va a aparecer en Italia una antología con algunos textos míos traducidos a la bella lingua del Dante. Espero que en algún momento del año huela a tinta fresca una obra coral dedicada íntegramente a la temática zombi y que habrá de ser editada en España (sobre ese mismo texto, tengo muy desarrollado un plan de escritura para convertirlo en novela). Finalmente, están avanzando las conversaciones para presentar una parte de mis trabajos a México.
Y por supuesto, seguir publicando en blogs, revistas digitales y físicas, diarios y cuanto soporte tenga la amabilidad de hospedar mis relatos. Y haciendo lecturas en radios y eventos varios. Sobre este particular, estamos preparando una nueva presentación en la Fantati’CS 2011, las Jornadas de Fantasía, Terror y Ciencia Ficción de Castellón, intentando ampliar la contribución del año pasado. Entre otras cosas, voy a filmar un corto sobre el relato participante, que ya entró en pre-producción..
Reseña
Por: Pilar Alberdi
El libro de Pablo Martínez Burkett, Forjador de penumbras, publicado por Ediciones Galmort, contiene además de unos maravillosos cuentos fantásticos, un excelente prólogo de Roberto Alífano, cuyas palabras sucribo.
«Los cuentos que tengo el gusto de prologar son diversamente admirables y cumplen con rigor el propósito que persigue el género fantástico. Son claves o alegoría de la realidad y, por consiguiente, más ricos y preciosos que la simple realidad. (…) En una época, si no me engaño, en que se prefieren las cacofonías, las frases truncas y las feas palabras, nuestro escritor practica el arte, hoy casi perdido, de escribir bien, de preocuparse por adjetivizar originalmente, de imaginar curiosos argumentos y de utilizar recursos claros».
Por mi parte les comento que en la imposibilidad de reseñar los veinticinco relatos que unifican el libro, reflexionaré sobre las impresiones que me causaron algunos de ellos. Alcanzará, seguramente, para destacar su fina arquitectura y el entramado sutil en que se envuelven los ecos del mejor fantástico argentino.
Un destello de mente, es el primer relato. Se abre con una frase de Marco Aurelio que comienza así: «Quien ha visto el presente, todo lo ha visto...». Aunque parece un cuento sencillo, no lo es. Pablo Martínez Burkett utiliza un lenguaje rico en palabras y sabidurías. Debió leer mucho a los clásicos, y lo sé por dos motivos: el primero, porque los nombra, y uno es fiel a sus amores tanto como a sus preferencias dialécticas; el segundo, porque la reflexión se oculta entre las palabras que intentan dar forma al cuento.
Este relato, como digo, parece un cuento simple. Un adolescente con una caña de pescar en la mano, espera sobre una barranca que da a uno de los grandes ríos argentinos la captura de un pez... «[...]el sedal haciendo un rulo en el dedo, se hunde tenso en las opulentas aguas de un río que tiene el color de la tierra». El chico, probablemente sueña con pescar un "surubí", digno de impresionar a su familia y, acaso, también a la jovencita que le gusta. Sin embargo, de repente, acaba comprendiendo que el mundo estaba en él, tanto como él está en el mundo, del mismo modo en que una serie de planos pudieran unirse de forma inusitada. Pero él, después de esa importante visión, se percibe todavía con la caña frente al río esperando un milagro, que ya no sabe si espera.... El chico ha captado el vasto mundo que él habita... Ha sentido algo grande y difícilmente explicable en palabras... Ha entrado y salido por un instante del Universo. Y entonces, Pablo Martínez Burkett, como para demostrarnos que, después de todo, el cuento no era tan simple, lo termina, diciendo: «Sea lo que fuere, el arisco vocabulario me obliga a abdicar de toda aspiración descriptiva. Sin embargo, me gusta creer que estas mismas cosas sintió Alejandro Magno, a la vera del río Granicus, mientras sostenía la espada aún ensangrentada». Y el infinito, como en Borges, se hace historia.
Regreso a Los perales. Comienza a modo de exordio con una frase de Julio Cortazar: «Lo que había empezado como una revelación...». Sobre este relato, que recupera un pasado argentino de luchas entre federales y unitarios, para decirlo más claro, entre quienes defendían una Confederación de Provincias del interior del territorio frente a Buenos Aires, centro político y capital portuaria, he sentido esa necesidad tan argentina de escarbar en la historia con sutileza y temor al mismo tiempo. Terrible espejo del pasado en donde es imposible mirar a otros, sin acabar viéndose uno mismo reflejado.
En este relato destaca la descripción de los personajes que se acercan al despacho de un abogado para contratar unos servicios, cuyo fin último, y aún después de cumplidos los pagos, el contratado ignora.
«El jefe Pringles, era de porte robusto y se lo notaba incómodo de saco y corbata. Llevaba un bigote que se continuaba en unas anacrónicas patillas. Era evidente que la vida rural lo había vuelto parco en el gesto, pero el hábito de los grandes espacios le impedía hablar de otra manera que no fuera a gritos. En cambio, el Padre... como quiera que se llame, era diminuto y la sotana apenas podía contener el abdomen: al contrario de su compañero, probablemente el contacto con lo sagrado lo inclinaba a magnificar el ademán, mientras que el ejercicio del confesionario lo había acostumbrado a hablar más bajo»..
Cuando el abogado comprende cuáles son los futuros servicios que se esperan de él, se deja arrastar por las circunstancias. "¿Es o no es un patriota?", parece preguntarse. Ya no se trata de lo que le han pagado... Hay cosas que no tienen precio...Se celebrará una gesta conmemorativa de una vieja batalla militar, y él está llamado a ser uno de aquellos héroes muertos y ensangrentados que quedaron sobre el campo de batalla. En el reparto que le ha tocado, solo tiene dos opciones: huir o elegir cumplir con honor, pese a las consecuencias.
Como en el anterior relato, el final con una frase clave, rompe lo previsible de la historia, al humanizarla.
Un viaje extraordinario, es la extraña historia de un hombre que se convierte en mosca y luego en hombre. Pero este hombre no es cualquier hombre, es aquel que se sabe de memoria el anatema del Concilio de Trento («Si alguien leyese o poseyese libros de herejia o escritos de cualquier autor condenado y prohibido por razón de herejía o sospechoso de falsas enseñanzas, sufrirá inmediatamente la sentencia de excomunión»). Pero no solamente es el hombre que conoce el anatema, es también aquel que comprende al ver atrapada a una mosca en una tela de araña, lo siguiente: «Reparé en una de ellas, atrapada en una telaraña. La pobre, tratando de escapar, mientras más se revolvía, más se enredaba. “Esto me recuerda a ciertos hombres”, pensé para mí. Y nuevamente, en terrible respuesta a mis pensamientos, como si hubiera pronunciado la secreta fórmula de un encantamiento quedé convertido en mosca».
Es un relato que nos recordará monstruos kafkianos que perduran en el tiempo y se renuevan en nuestro inconsciente colectivo. Un cuento, realmente, especial. Incluso con un toque de humor negro.
El sueño de otro, nos vuelve a traer el recuerdo de un niño pequeño, de apenas 4 o 5 años. Mientras el adulto (que fue ese niño...) reflexiona sobre todos los posibles "yo", que hubiera podido ser, de haber tomado otros caminos. Y recuerda, dolorosamente, que ya de pequeño tuvo que aprender que no bastaba con desear algo, sino que había que «desear lo debido», aquello que se esperaba que un niño, en unas determinadas circunstancias, pudiera desear para gusto y placer de los adultos.
Pero Pablo Martínez Burkett amplía esta clase de relato fantástico relacionado con la realidad, acercándolo al subgénero de la ciencia ficción. Y lo hace en cuentos tan diversos y sugerentes como La estrella de ocho puntas, Segundo Contacto, El eclipse de Gillene Draken...
Desde aquí, sólo me resta darle mi enhorabuena a Pablo, por este excelente libro.Ha sido un placer leer su obra.
Pablo Martínez Burkett nació en Santa Fe, Argentina, en 1965. Desde 1990, vive en la ciudad de Buenos Aires. Es escritor por vocación, abogado de profesión y docente de postgrado en universidades del país y del extranjero. Tiene relatos y poesías publicados en diez antologías. Colabora de forma habitual en la revista digital «miNatura», y en otras revistas de ciencia ficción. Ha obtenido más de una docena de distinciones en concursos literarios de Argentina y España. Entre otros, el 2º premio en el Concurso Nacional de Cuentos Bioy Casares y el 1º premio en el Concurso Literario «Mundos en tinieblas».
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Grandísima entrevista Pilar, y mejor aún tu reseña.
ResponderEliminarEstuve algo ausente, pero siempre vuelvo a tu rincón.
Abrazo
Gracias, querido amigo.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Grande, Harry! ¡Gracias, Pilar, por esta nueva entrevista! José María.
ResponderEliminarBuenas respuestas para muy buenas preguntas y una reseña que es el abre bocas de un gran libro.
ResponderEliminarMuchas gracias,
Un saludo.
Laura Gálvez
Cali, Colombia
Laura se agradecen tus palabras en este blog.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias José María.
ResponderEliminarImagino el día de la presentación de "Forjador de penumbras". Me hubiera gustado estar ahí.
Les envío un abrazo.
Pilar
Tengo el grato gusto de leer a Pablo desde casi sus comienzos. En esos momentos leerlo fue decirme internamente "aquí hay talento y garra de escritor, aquí hay semilla próspera".
ResponderEliminarCreo que sigo siendo su lectora asidua y de aquellas que esperan cada relato como una joya nueva a guardar enel cofre de lo sagrado.
Todos sus relatos por uno u otro motivo me han agradado, tengo algunos más presentes que otros como Triskel, Perfidias de Newton, La damade Hierro, Los Perales y tantos otros que espero encontrar en sus libros porque eso de tenerlos impresos por la pc y luego mandarlos a anillar no es lo mismo(esos forman un tesoro) sus libros merecen estar entre ABC y JLB en mi humilde biblioteca.
Laura Andrea May
Bs.As. Argentina
Tengo el gusto de haber leído "Forjador de penumbras". Gran parte del libro de un tirón, en un pasillo silencioso de un instituto de Lérida mientras opositores a profesor de instituto se enfrentaban a su destino. El tiempo se me pasó volando.
ResponderEliminarPablo es un maestro, no ya del lenguaje, de la precisión del adjetivo y del adorno justo, el que embellece; sino también de la imaginación, de la descripción de los miedos, las angustias, las inseguridades.
Dentro de "Forjador de penumbras" hay muchos Pablos: el que reflexiona sobre el transcurso del tiempo y la configuración de la realidad que vivimos, interconectada con otras realidades que quién sabe si estamos viviendo. Están los miedos del niño al que asustaban los rincones oscuros de casa, está el socarrón que galantea con una extreterrestre; están las angustias de no fiarse de los caminos recónditos de nuestro entendimiento, que nos hace creer lo que quizá no somos,...
Todo ello sin dejar de ser el narrador correcto, inteligente y culto que te está contando una historia en primera persona con una precisión y una franqueza que no puedes hacer otra cosa que confiar en la palabra del narrador y la veracidad de su discurso: Es solvente.
Lamentablemente mis reseñas y referencias literarias no son ricas, son más audiovisuales que bibliófilas, pero puedo decir que la obra mi buen amigo Harry (PBM) me ha recordado por momentos a "Crónicas de la verdad oculta" del catalán exiliado en México Pere Calders, he visto a José Luis López Vázquez dentro de " La Cabina"; he imaginado a Chicho Ibáñez Serrador contando en su sillón alguno de los relatos del "Forjador" como si fuera una de sus "Historias para no dormir". Es decir, Pablo sabe crear perfectamente el ambiente, describir la situación y tenernos en ascuas por los caminos que se abren, o cierran, a sus protagonistas.
Un placer poder leerlo.
Muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarUn saludo.
En tiempos en donde se venden libros como comida rápida (léase y tírese), encontrarse con obras como la de Pablo es un verdero hallazgo literario. El preciso y bello manejo del idioma, de las estructuras, de los tiempos y esa búsqueda constante de la complicidad del lector -que deberá estar siempre atento a la llamada del autor- hacen que Forjador se gane ese lugar de la biblioteca en donde se atesoran las obras imprescindibles. Por eso mismo, para que el sublime placer de la lectura no se vuelva un acto digestivo y reflejo, sino que sea ese compromiso intelectual que crea universos, es que recomiendo este forjador ya no de penumbras, sino de tempestades.
ResponderEliminarUn placer leerle, don Pablo.
Por cierto, excelente entrevista.
Gracias.
Coincido contigo, Daniel. Uno escribe, corrige, pule, descarta... Pero no se trata de escribir una palabra detrás de otra, ni de publicar cada poco tiempo un libro.
ResponderEliminarLa obra necesita madurez y tiempo. Y yo creo que Pablo supo elegir el camino más difícil.
Brillante la entrevista Pilar, yo vengo siguiendo todo lo referente al libro de Pablo Martínez, desde que el empezó a promocionarlo, para mí un placer conocerlos y estar rodeado de tanto talento. Ernesto Valdes.
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