miércoles, 9 de febrero de 2011

"TEXTURAS DEL MIEDO" DE IGNACIO CID HERMOSO



Por Pilar Alberdi

Ignacio Cid Hermoso (Madrid, 1985), ingeniero superior industrial, especialista en máquinas y estructuras, acaba de publicar Texturas del miedo en la editorial Saco de Huesos.

Tomando en cuenta este conjunto de relatos de terror y otras referencias a su obra, como por ejemplo, sus cuentos fantásticos, se perfila ya como uno de los escritores jóvenes del fantástico español que despierta más interés, más si tenemos en cuenta que sólo tiene 26 años. El propio autor del prólogo, el escritor Juan Laguna Edroso, comenta:

«Aún siendo evidente que estamos ante los primeros pasos de una carrera literaria, sus relatos muestran ya un criterio y una personalidad propias. Es por eso que resulta complicado adscribirlo a una corriente o intentar enmarcarlo dentro de un estilo. Al mismo tiempo, vemos que es hijo de su tiempo, y que no tiene problemas en cimentar su universo precisamente desde el aquí y el ahora...(...) Lo macabro, lo hermoso, y lo bufo se dan la mano en estas páginas. (…) El cóctel es intenso y rico en matices. Al no menospreciar ingredientes, pues del mismo modo recurre al pulp de las novelas de a duro del Oeste que al surrealismo de los bohemios de café y vanguardia, consigue sabores infrecuentes que templa con buen pulso».

Estoy de acuerdo con lo que dice Juan Laguna Edroso. Pienso que las jóvenes generaciones de escritores deben darse tiempo para saber cuál será su recorrido, y hacía qué género se inclinarán con más vehemencia.

Dicho lo presente, pasemos a la obra. Y me gusta esta palabra,siempre me recuerda la frase de Juan Ramón Jiménez: «No libros, obra». Y creo que es así, por la razón que explicaba el prologuista. Libro a libro, se hará la obra, y luego sabremos cuál destacará, pero con la condición de que todos fueron únicos y necesarios.
Me adentro, pues, en Texturas del Miedo, como quien abre la puerta de una casa en la que nunca hemos estado antes, y de la que circulan historias de terror.

El primer relato se titula «El placer de comer», y da varias vueltas más de tuerca, al conocido relato de «Hansel y Gretel». «Hansel, con el pecho aún manchado de chocolate, se aferraba jadeante a los barrotes de su jaula. Sus manos, convertidas en rollizos apéndices cruzados por dedos rechonchos y sin forma definida, sujetaban con pesadez los hierros oxidados que le confinaban en aquel reducido infierno decorado con sus propios excrementos. El hecho de que su propia hermana le limpiara la mierda una vez a la semana no impedía que el olor se hubiera adueñado del cuartucho donde sufría aquel vil encarcelamiento». Con pocas palabras, el autor nos sitúa en el drama. Recordarán el cuento recogido por los hermanos Grimm, ¿verdad? Un leñador muy pobre, a sugerencia de su esposa, madrastra de los niños, decide abandonarlos en el bosque.Hansel oye la conversación y recoge piedras para señalar el camino de regreso a casa. Lo consiguen una vez, pero en la siguiente ocasión, a falta de poder salir fuera a recoger las piedras, señala el camino con migas de pan que se irán comiendo los pájaros. Perdidos en el bosque, un día encuentran una casita hecha de «pan de jengibre, pastel y azúcar». Una bruja los atrapa. Encierra a Hansel en un establo, con la intención de engordarlo para comérselo. Para comprobar que el niño engorda, la mujer le obliga a que saque, todos los días, un dedo para palparlo. El pequeño, sin embargo, logra engañarla por un tiempo, mostrándole a diario un pequeño hueso, un sobrante de su comida. Al final de este cuento, Gretel vence a la bruja que esta casi ciega, salva a su hermano, y hasta tienen la suerte de que su madrastra ha muerto cuando logran volver junto a su padre. ¿A que es terrible? "Pues esperen y verán". Esto parece decirnos Ignacio Cid Hermoso. "Yo les voy a contar otro cuento. Les voy a contar lo que pasó realmente..." Y lo hace con un estilo que demuestra sus muchas lecturas de cuentos clásicos. Es un narrador al que le creemos lo que nos dice. Voy a poner un par de ejemplos:«Al siguiente anochecer se cumplirían siete semanas desde que aquella hacedora de aquelarres les hubiera encontrado royendo los contornos fabulosos y acaramelados de su cabaña suspendida en ese bosque de ánimas». Y escuchen esto que dice de los niños: «Pero como su candor era infinito y sólo conocían el lenguaje del miedo y del dolor, continuaron caminando con aquellas alpargatas descosidas a través de la negrura de su trágico destino, que tenía la forma de una arboleda interminable». Sólo estos mínimos pasajes nos sirven para comprobar, el dominio de la antítesis con el contraste entre dos cosas opuestas y contradictorias unidas en una misma oración, la acertada elección de los adjetivos, y la redundancia o duplicación de un hecho para aumentar su impronta en el lector a medida que se repite Si el escritor tenía en su contra el hecho de que somos conocedores del relato original, tiene a su favor que sabemos que nos dará un nuevo final al que no podremos ser indiferentes.

«El quimérico autoestopista», segundo cuento de la serie, es muy interesante porque con un tema bastante común, nos impulsa a pensar en eso que está pensando el conductor y en lo que quizá, alguna vez, también pensamos nosotros. Que teníamos ganar de acabar con algo que nos molestaba. O como dice el narrador:«Aquel hombre que conducía en mitad del bosque, oscuro y desierto, pensó que lo mejor sería aumentar la velocidad para así poder atropella alguna de esas ideas». Escrito como el anterior en tercera persona, es menos directo, pero igual de efectivo. Pasan los días, y seguimos recordando el relato. Y este hecho, el del recuerdo permanente, me parece a mí, una de las mejores pruebas de la calidad de una narración.

El tercer relato, que además se titula «La clase de las tres», podría firmarlo, en sus motivaciones, cualquier alumno que haya pasado por clases masivas en la universidad, en donde si no entras pronto a tu sala, y logras sentarte en los primeros bancos, te amuermas. Y ¿entonces, qué? Pueden ocurrir cosas terribles, desde luego. «Hasta entonces, la clase estaba siendo todo lo tediosa que cabía esperar de una introducción teórica a los criterios de plastificación de sólidos, y más aún a una hora tan improductiva como eran las tres de la tarde». El autor, ya desde el comienzo nos sitúa en el meollo de la cuestión. Y así, la amenaza que surge a partir de la extraña tos de un compañero, se convierte lentamente en algo peor.

«La mujer violeta», es el cuarto relato. Comienza en un estilo de tono póetico.«Abrió la puerta guiándose únicamente por el tacto, arrastrándola sobre sus goznes hasta que la escasa luz de luna que filtraba el cristal esmerilado de la claraboya iluminaba el lugar donde descansaba su baúl de los juguetes».Les ruego que aprecien la cantidad de detalles que se nos ofrecen en una oración de tan sólo 37 palabras. Sensaciones cinestésicas y tactiles: «abrió», «guiándose», «tacto». Auditivas: «arrastrándola (sobre sus goznes)». Visuales: «escasa luz de luna»,«cristal esmerilado de la claraboya». Cuando ya, por fin, se llega al baúl de los juguetes, descubrimos nuevas inferencias que tocan nuestros sentimientos más íntimos, aquellos que pertenecen a la niñez.
En este cuento resalta, algo que también observaremos en otros relatos, como es la «personificación» de los objetos. «El caso es que aquella casona era aún más vieja que sus propios abuelos, y desde que David la conocía, siempre había estado triste». La descripción que sigue a continuación es excelente, y por eso no la cito aquí, para que ustedes puedan disfrutarla con la lectura. Considero que es la subtrama la que se nos revela al final, mostrándonos la terrible soledad de un niño, aunque el autor, lógicamente, haya llevado el tema al género que nos ocupa.

De repente mi casa se convirtió en un árbol de llagas». Se trata del quinto relato. Tiene la fuerza del primero y acaso hasta un símil en la estructura de la trama. El autor estira tanto la tensión, que yo misma me percibí en un momento dado, diciendo en mis pensamientos: «Para, para... ¡Deténte!. Ya no puedes contar más». Y, entonces, de repente el narrador pasa el testigo al autor que se hace presente, y nos demuestra que estamos en un relato literario. Este ardid, me recordó los carteles que presentaba Berltot Brech en sus obras de teatro, como para recordarle al espectador que estaba ante una obra de ficción.Digamos que, lo que en el fondo perseguía Bertolt Brecht era evitar la falsa sensibilidad que podía desdibujar la realidad, o si se prefiere, la verdad.
En este cuento veo dos referencias claras: una, al cuento de “«Caperucita Roja»”, el propio narrador se ocupa de citarlo; y otra, a una conocida canción, «Sex Machine», de la que seguramente recordarán el ritmo electrizante y el estribillo: «I am the sex machine/ Sex Machine,/I am the sex machine». Sin embargo, y aún si el autor no hubiera pensado en ello, esta lectora percibe una relación con el «deux machine» del teatro griego, ese dios (en este caso representado por dos depravados) y que, imprevistamente, sirven a los fines de la fatalidad y la tragedia que el relato y los personajes necesitan para seguir adelante con su vida. En cierto grado, la solución viene de fuera de los personajes. Pero no quiero seguir explicando más, porque ustedes sabrán encontrar las relaciones en el texto. Los personajes son una pareja que está viviendo una situación emocional muy concreta, lo que motiva su apatía y su falta de interés sexual; y dos hombres que pondrán en vilo el falso equilibrio que la parejita cree haber conseguido. La tensión y la fuerza narrativa es similar a la del primer cuento. En este sentido, me gustaría añadir, además, que los relatos de Ignacio Cid Hermoso, son de los que se recuerdan siempre.

El sexto relato se titula «Alma de Cereal». ¿Qué se consigue cuando uno se aparta del género? Diversificar, y elevar el estilo.
Observemos el comienzo del relato. Nos asombrará la enorme capacidad que tiene Ignacio para recoger en una oración una gran cantidad de estímulos sensoriales:
«Errática y vestida de luto, aquella ave maldita traza un acrobático semicírculo en el aire, dejando caer en el vuelo una pluma larga y aterciopelada».
Y ahora sumemos la segunda oración: «Negra como sus ojos, que se fijan con avaricia en todo cuanto ven, dos espejos que reflejan el alma de quien los mira, pues los cuervos no poseen espíritu que dejar traslucir a través de ellos».
Sigánme con la tercera, y luego las juntamos: «Desciende con alado sigilo y se posa sobre el hombro del único que lo observa».
Vamos con la cuarta:«No obstante, quien le mira también carece de alma, y si tuviera, sería de cereal».
Como en los buenos libros de teoría, la fuerza de la frase recae en lo que podríamos denominar la parte final.
Y ahora juntémoslas:
«Errática y vestida de luto, aquella ave maldita traza un acrobático semicírculo en el aire, dejando caer en el vuelo una pluma larga y aterciopelada. Negra como sus ojos, que se fijan con avaricia en todo cuanto ven, dos espejos que reflejan el alma de quien los mira, pues los cuervos no poseen espíritu que dejar traslucir a través de ellos.Desciende con alado sigilo y se posa sobre el hombro del único que lo observa.No obstante, quien le mira también carece de alma, y si tuviera, sería de cereal».
Y es sólo un trocito del relato, así que hay mucho para degustar en las páginas que siguen...

El séptimo relato, «Cuando nos quedamos solos», tiene algo (tema subayacente) similar al de «La mujer violeta». Hay una unión entre hermanos muy fuerte, al menos, a nivel espiritual, y unos adultos que no parecen comprender las necesidades infantiles.

«Lejano, salvaje oeste», el octavo relato, se mueve en ese terreno de las historias de los bolsilibros con sus valientes vaqueros. Nos presenta enseguida a los personajes y, aunque son varios, lo logra de forma contundente. Escuchen: «A la mesa redonda estaban sentados Billy, Alain, Tom, Kenchuagh y el viejo Jonás. Los cuatro primeros escuchaban con avidez lo que el último decía gesticulando y haciendo aspavientos, torciendo el gesto para hacer énfasis en los aspectos más relevantes o complicados de su plan». Y a continuación Jonás, explica su plan para atacar el tren... ¿Lo conseguirán, no lo conseguirán? Esa es la pregunta. A ustedes, les toca la lectura.

Llegamos al noveno relato: Feel the horror Experience. En un espacio al que el autor denomina «el laberinto», las «galerias del infierno», sabemos que, al principio, sólo está ella. Ni siquiera conocemos su nombre. Pero ¿quién es ella? Luego lo sabremos. La oscuridad es total, y de repente se choca con algo peludo. Cuando quiere escapar tropieza con otros objetos que intenta reconocer sin conseguirlo. Otra vez aparecen las asquerosas texturas... que tanto pavor le dan. ¿Qué clase de juego es ese? Enloquecida, creerá reconocer, saber quién es, esa especie de monstruo. La relación entre los personajes llama la atención por su realismo. Muy bien logrado.

«Miedo», el décimo cuento. Tres personajes: una madre, un médico, un niño de ocho años. «La charla con el niño apenas duró unos minutos, y a pesar del hermetismo de la pobre criatura, el doctor Navas estaba ya prácticamente convencido de que el problema de Raúl era un problema de miedo». Todo lo que sucederá después afecta a los sentimientos más profundos de un niño aterrado que no halla consuelo en las figuras paternales.

¿Qué pasa si te toca morir el día que más vivo te sientes? Bueno, desde luego, a mí no me gustaría. Con esta frase podría resumirse el relato «Cayendo el cielo», onceavo de la lista. Su tono es melancólico, nostálgico. Tiene algo, un tono, una cadencia como la del Bradbury de Las doradas manzanas al sol. Lo que aprenderemos en esta historia es que tenemos deseos contradictorios, y que los mismos pueden ser, en un momento dado, nuestra perdición.

«Nueva carne», es el único relato de la serie, que está escrito en primera persona. El tema tiene que ver con zombis.Sin embargo, esta historia admite otras lecturas: el papel de la ciencia; y las formas en que las personas controlan su vida y su entorno a través de aquello que, además, les ofrece placer e importancia. Se trata de u relato que nos ofrece una mirada desde el horizonte de la vida; esa línea en que la vejez proyecta su sombra sobre el pasado.

El treceavo relato lleva por título «Basilio Figueroa», y es una parodia que muestra lo cruel que puede llegar a ser un sistema educativo, en gran medida, inhumano. La frase final que cierra el cuento lo corrobora.Por su temática, la historia se relaciona con los cuentos: «La clase de las tres», «La mujer violeta», «Cuando nos quedamos solos» y «Miedo», en donde se percibe la violencia sobre los débiles, y los deseos de venganza de éstos.

Como colofón a esta reseña, dirigí a Ignacio Cid Hermoso, tres preguntas.

¿Cómo surge uno de tus cuentos?
Hay dos tipos: los que escribo para un certamen en concreto, cuya idea surge de la búsqueda constante, y que suelen ejecutarse en cosa de dos días (Alma de cereal, El quimérico autoestopista, La mujer violeta); y los que me queman por dentro y van naciendo como un parto, a veces doloroso pero siempre catártico («Basilio Figueroa», «La clase de las tres», «De repente, mi casa…»).
Por ejemplo, te diré que La clase de las tres nació como venganza a un profesor de la facultad, y mi pretensión era la de hacer pasar un rato divertido a partir de algo tan trágico como el error vocacional. Alma de cereal, por su parte, surgió de sentarme delante del ordenador y decirle a mi hermano: «tengo que escribir un cuento para un certamen de terror, ¿qué te parece si lo hago sobre un espantapájaros?» Al final no me salió muy terrorífico, pero creo que es uno de los que más éxito ha tenido.


¿Cuál es el modo de trabajarlo?
En los del primer grupo, los destinados a concurso, primero surge la intención. Después nace la idea, más o menos trabajada, recapacitada o buscada. Un poco a base de inspiración de azadón, aunque en ocasiones estalla una idea como una chispa, y en ese momento sabes que vas a escribir un gran cuento. En los del segundo grupo, los más íntimos, lo primero es la idea. Y más que la idea, el feto de algo que quieres arrojar al exterior: una preocupación, una angustia, un algo indefinible de lo que te quieres desprender. En ambos casos, intento comenzar con una frase buena, que atrape, que defina el espíritu del relato. Después los ejecuto en dos, tres, cuatro días. Nunca más, porque a medida que escribo, la idea me parece más pueril y me puedo llegar a aburrir. Siempre tengo que tener cuidado con eso: por esta razón pensé que jamás sería capaz de escribir novela, aunque por suerte me equivoqué. Y siempre, siempre, intento escribir correctamente desde el principio, cuidando mucho el estilo, para que la corrección sea lo más ligera posible, aunque uno de mis vicios es cambiar los tiempos verbales a medida que avanzo. Eso me trae de cabeza.

Tiempo de espera y relectura para saber si está bien.
Esta es la parte más penosa. Normalmente los muestro a mi hermano pequeño, a mi novia, y quizá a algún compañero escritor. Ellos me pulen algunas cosas y me aconsejan en otras. Después los abandono o los envío a concurso. No suelo ser de mucha corrección inmediata, al menos no de correcciones profundas, sobre todo porque en el momento acabo hastiado y quiero pasar a otra cosa. Lo peor viene después, al cabo de un tiempo, cuando la corrección editorial es obligada: unos meses después, me dan ganas de cambiar todo. No la idea, sino los ladrillos. Cada frase me parece mejorable, y eso me produce la fatiga típica del perfeccionista. Por eso intento dejarlos estar, no meterme en su vida interior una vez los acabo. Si no, volvería a corregir todos los cuentos que ya tengo publicados, y eso no es sano.

Hasta aquí sus respuestas. Y también mi agradecimiento como lectora. He leído el libro dos veces, y aún sé que volveré a el, con la seguridad de encontrarme en un territorio especial, el de un escritor que hace bien su trabajo.
Por último, les dejo la relación de los cuentos de Texturas del Miedo, y los certámenes en los que quedaron seleccionados o obtuvieron premio.
Para aquellos que quieran adquirir el libro, al final, encontrarán las referencias.
También les explico en qué zona de este blog, podrán encontrar el microrrelato El barco del Norte de Ignacio Cid Hermoso.


LOS RELATOS
La mayoría de los relatos que aparecen en Texturas del Miedo fueron escritos durante los años 2008 y 2009. Sólo uno, «Miedo», fue escrito en el año 2004, cuando el autor contaba 19 años, y es una de los primeros que escribió.
Además, la mitad de los relatos han sido finalistas o han obtenido premios. Les dejo, los datos concretos.
AÑO 2010
La mujer violeta. Seleccionado para la antología del II Certamen de relatos de terror de la Editorial Círculo Rojo.
Cuando nos quedamos solos. Relato finalista del I Certamen El Abismo del Fénix.
Feel the horror experience. Relato finalista del II Certamen Ovelles Eèctriques.
AÑO 2009
Nueva carne. Ganador del II Certamen El caldero mágico de literatura fantástica.
Cuando nos quedamos solos. Relato ganador del IV Premio Liter de literatura de horror.
Alma de cereal. Relato segundo clasificado por los lectores y premio del jurado del II Certamen Monstruos de la razón. Finalista en el I Certamen El espejo maldito.
El quimérico autoestopista. Fue publicado en la antología del I Certamen Ovelles Elèctriques.

ANTOLOGÍAS
Numerosos relatos suyos aparecen en antologías, tales como Calabazas en el trastero: «Terror Oriental», «Bosques»y «Peste»; «Ovelles Elèctriques» en sus dos ediciones; «32 motivos para no dormir», Editorial Círculo Rojo, etc.

COLABORACIONES
Colabora actualmente con la revista pulp Los zombis no saben leer.

PRIMER LIBRO EN SOLITARIO:
Texturas del Miedo. Colección a sangre. Editorial Saco de Huesos. (Valladolid, España)
Páginas: 220
Tamaño: 150 x 210 mm.
Idioma: castellano.
Año de publicación: 2010
Encuadernación: rústica
Editorial Saco de Huesos
Puedes comprarlo en:
Tienda Cyberdark
También puedes contactar con la Editorial Saco de Huesos en: distribución@sacodehuesos.com

DATOS Y BLOG DEL AUTOR
Ignacio Cid Hermoso (Madrid, 1985) es ingeniero industrial superior, especialista en máguinas y estructuras. Escritor.
Enlace

Nota: al comienzo de esta entrada citaba yo, los cuentos fantásticos de Ignacio Cid Hermoso. Si van al lateral izquierdo de este blog, en la zona inferior encontrarán una sección titulada «Entradas más populares (últimos treinta días)». En la pestaña «Entrevista a Ignacio Cid Hermoso por Pilar Alberdi», entrevista que les recomiendo, publiqué con autorización del autor, su microrrelato breve «El barco del Norte», ganador del IV Certamen de Microrrelato Teseo, organizado por el Multiverso. El tema, obligatorio en este certamen, no era nada fácil, se trataba de trabajar un relato libremente, pero en base a una pregunta sobre las walfquirias.

4 comentarios:

  1. Una reseña maravillosa, Pilar. Captas a la perfección muchas de mis inquietudes.
    Creo que la mayor recompensa es que digas que es un libro para releer. Esa es una de las cosas más bonitas que se le puede decir a un escritor.

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  2. Apreciado Nacho, gracias por tus palabras. De verdad, ha sido un gusto.

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  3. ¡Qué maravilla de reseña!!! la verdad es que nos has servido en bandeja las ganas de salir corriendo a comprar el libro de este nuevo autor. Muy interesante también esa especie de minientrevista que le haces!
    Bravo, me ha encantado!

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  4. Me alegro Jo de que te guste. Aunque pienso que jamás habrá una reseña justa, a fin de cuentas uno habla de su propia interpretación según su formación, lecturas, afinidad o no a un determinado género, y un largo etcétera más. Es decir, no hay observador objetivo. Pese a lo cual, lo seguiremos intentando.
    Es más, prometo escribir algo sobre este tema.
    Gracias Jo, por acompañarnos.

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