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lunes, 31 de enero de 2011
HYPERION
Por Pilar Alberdi
Yo estuve allí.
Es una forma de decir, sin duda, que la obra nos llegó. Es la mejor forma. ¿Yo estuve allí? Sí, estuve, me sentí parte de ese viaje de peregrinos a Hyperion, en parte también porque la estructura basada en relatos y en primera persona nos hacía ese mundo más cercano, aunque lo conocíamos bien por ser el nuestro o casi el nuestro.
Dan Simons sabe reflejar los sentimientos. Pondré un ejemplo sencillo al final. Pero me gustaría destacar la maestría de este autor señalando otra obra suya, el relato La foto de la clase de este año, que pudimos leer, incluso con una introducción suya a la antología, en el libro Zombies -Antología de John Joseph Adams, publicada en España por Minotauro.
Por otra parte, me parece justo señalar que este libro revela algo profundo. La imposibilidad de crear realidades sociales distintas a las que conocemos. Estoy convencida de que tenemos la rara idea de que tratándose de Ciencia Ficción, lo conseguiremos. Pero, ¿cómo podríamos? No llegaremos más allá de imaginar unos seres o animales distintos, ¿hasta dónde diferentes? Que sean más altos, con más o menos escamas, similares a diablos, ángeles... Quizá cuando logramos imaginar distintos modos de ser y de relacionarnos es cuando mejor logramos la distancia con nosotros, tal y como nos reconocemos. Angela Le Guin es un buen ejemplo, con sus hombres-madre y el tipo de relaciones que mantienen, y sin duda, algunos de los seres que nos da Juan Antonio Fernández Madrigal en Fragmentos de Burbuja (Editorial NGCficción!, 2010) también lo consiguen. Acabamos preguntándonos quiénes son, qué son, por qué piensan así. Seguramente hay otros ejemplos que ustedes conocen y yo también, y que podríamos citar aquí. Pero los que acabo de nombrar, me parecen suficientes para ir ordenando estos pensamientos.
Hyperion recoge componentes históricos y metaliterarios. Un tal Joseph Severn, uno de los personajes, fue en su día el escritor John Keats, el mismo que vivió en un apartamento en la Piazza de Spagna en Roma; el mismo que escribió un precioso poema titulado Hyperión, y otro La caída de Hyperion. Joseph Severn, resulta ser, además, una especie de hermano gemelo de un tal Martin Silenus pero que está en otro lugar de este mundo en que se mueven los personajes.
Cuando Dan Simons escribe las obras que se inician con Hyperion estábamos en los inicios de internet, quizá de otro modo no hubiera hablado de una “Red de mundos”. Recuerdo con qué insistencia se aplicaba el concepto de «red» en aquel tiempo. El parecido es lógico: se habla de la existencia de receptores de ultralínea, ordenadores capaces de convertir y decodificar una explosión de taquiones desintegrados. Se acompañan los datos con referencias a proyección, paneles, chips; y por supuesto de imágenes que pueden verse a través de ologramas.
Los elementos referentes a la guerra están explicados por palabras como flota, bárbaros interestelares, jefatura de Fuerza, batallón, coronel, combate, teniente, tropas blindadas, capitán, soldados, tripulantes, puerto espacial, nave arbórea, teleyectores... Se bebe wiskhy, y en ese mundo interconectado interestelar, se oye, como lo haríamos aquí, la música de La cabalgata de las Walfquirias, o, por poner otro ejemplo, el Preludio en do menor de Rachmaninov en un viejo Steinway, nada menos, aunque la Vieja Tierra pertenezca al pasado.
La forma de definir lo político tiene sólo variaciones terminológicas con lo que conocemos, pero al fin y al cabo, representan casi lo mismo con sus variantes: la FEM Meina Gladstone es funcionaria Ejecutiva Máxima del Senado. Se dice en la obra: jefatura, cónsul. Son términos que conocemos. Hay un centro administrativo de lo que es la Hegemonía y el Centro Tau Ceti; llegan inmigrantes, aunque estos sean un “enjambre migratorio exter de 4.000 unidades”. Y como amenaza tiene su peso en la historia, y sirve como un Mac Guffin estupendo, que se suma a otros, como el de poder llegar hasta Hyperion y luchar contra el Alcaudón. Desde el punto de vista religioso, también se denomina a este personaje el Señor del Dolor, y a su Iglesia, de la Expiación. Dicho lo anterior, no resulta casual que a las Tumbas del Tiempo se las denomine Arca de la Alianza. Y como era de prever, no faltan referencias bíblicas, sacerdotes, peregrinos, y rituales de sacrificio que tienen que ver con la cruz y la resucitación.
Me temo, lo digo sinceramente, que no somos capaces de inventar «otros mundos» sin hacerlos parecidos al nuestro. Y es, lógico.
Tomando en cuenta el aspecto físico de algunos de los personajes de esta historia, hay unos androides de piel azul. Ya Philip K. Dick los tiene así en un relato. Me temo, jóvenes apasionados del cine, que hay poco de nuevo en Avatar, si además sumamos que un artista como Magritt ya había dibujado esa especie de islas flotantes en el cielo.
Bajo el concepto «vehículos», además de las naves estelares, la principal se llama «nave arbórea templaria», observemos la identificación religiosa de la palabra utilizada, hay una embarcación a la que el autor llama «carreta eólica» y que navega por un río. Y para mí, el viaje que emprenden en ella los peregrinos fue uno de los más especiales de la lectura. Casi podía sentir el viento y el movimiento con el avance, más el pánico de los peregrinos. Podían pasar tantas cosas en ese trayecto... Tiene la narración de ese periplo el encanto de algunos viajes relatados por Graham Greene o Josep Conrad, en donde el peligro y la gran serenidad causan una sensación de expectación única.
Tenemos unos seres a los que se llama «bikura» muy similares al concepto de indígenas propio de los siglos pasados, y que son seres que en cuanto desaparece uno surge otro. Sin que exista una explicación coherente. Aspecto que los peregrinos intentarán investigar.
En otro aspecto, se comenta que uno de los protagonistas conoce las teorías de Kierkegard, y la historia de Abraham, y en buena medida los llamados peregrinos que irán a Hyperion con el fin de salvar el mundo conocido representan a varias de las religiones que conocemos (católica, protestante, judía...) La musulmunas por referencias a uno de los personajes. Y si observamos bien, la enfermedad que sufre la hija del cónsul, y que en la narración se la denomina como “mal de Merlin”, ya la conocíamos aunque sea creada por la imaginación, es la misma que sufre Benjamin Button, el personaje del escritor Scott Fitzgerald, en la obra homónima, y cuya realización fílmica hemos visto hace poco tiempo en las salas de cine. Recordarán que a causa de la enfermedad y por un raro proceso, el envejecimiento y la desaparición final se produce rejuveneciendo, por lo que se alteran todas las relaciones lógicas, tanto biológicas como sociales y de relación.
En esta obra, las Tumbas del Tiempo son pirámides, hay efigies, y se trae a colación a Keops, y hasta se habla de alfombras voladoras, al más puro estilo oriental de los cuentos de Las mil y una noches.
En resumidas cuentas, como estuve allí, como sentí viva la obra, sólo me decepcionó de la novela el final, porque todas las fuerzas nos arrastraban a ese final tan esperado, que luego se quedó pendiente hasta la publicación del segundo tomo.
De todos modos, lo que yo quería resaltar es lo difícil que resulta inventar mundos fuera de los parámetros culturales en que nos movemos (política, religión,cultura...). Y esto que es un problema, también resulta un beneficio. Nos resulta casi imposible, a nivel psicológico, identificarnos con seres o vidas que no se parezcan a las nuestras.
Pero el Dans Simon que escribió este primer libro de la saga, ya era un hombre maduro, y esta obra resulta, así me lo parece en el primer y segundo libro, como un compendio, una fotografía de quienes somos. Además, como escritor, es ya un hombre que mira atrás, que acarrea un pasado, y puede ofrecernos imágenes y sentimientos en los que una persona joven, quizá, no puede reparar, porque aún no ha llegado a ese momento.
Pondré el ejemplo que les había prometido al comienzo de este artículo. Como en el mundo en que se desarrolla la historia hay viajes espaciales, y diferencias causadas en el orden tiempo-espacio, cuando el personaje masculino vuelve a ver a la persona que amó cuando era joven, es decir una muchacha que en el momento del nuevo encuentro ya es una anciana, y además también es un alto cargo en la administración política (en este sentido Simons da lugar a las mujeres con puestos importantes), explica:
«Le besé los hombros, el cuello, las sombras de marcas de elásticos en el vientre tenso y la cicatriz que un accidente le había dejado en la pierna cuarenta años atrás. Le besé el cabello entrecano y las arrugas trazadas en mejillas otrora tensas. Le besé las lágrimas».
Ahí está, el paso del tiempo, la degradación de los cuerpos, y, por supuesto, pese a todo, el amor.
Ella le contesta, no sé si a continuación de esta observación o de otra posterior: «... sabes muy poco, querido mío. (...)Hay que vivir para saber las cosas realmente».
Y es que él, aún no ha envejecido. Y en esta época en que se valora la juventud como un símbolo de éxito, como un papel colorido y brillante con el que se pueda envolver cualquier objeto o idea que se desee vender, la madurez intelectual que el escritor muestra en esta obra me parece sobresaliente.
Por último, decirles que la edición española estuvo a cargo de Ediciones B, y el traductor fue, un apreciado escritor argentino de Ciencia Ficción al que hemos entrevistado en este blog, Carlos Gardini, del que pueden encontrar aquí una entrevista y referencias a sus obras.
Y alguien me dirá: «Pero esa obra se editó hace mucho». Sí, y qué. Por ella no pasa el tiempo, no más que en nosotros. Y, además, se sigue y se seguirá editando.
Me pregunto: escribir... ¿Qué es escribir? ¿Vivir...? Tal vez... Pues, si es así, sigamos adelante con renovado ánimo e intentemos volcar sobre el papel aquello que imaginamos.
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Caramba, ¡¡¡¡qué hambre de libro tan grande me ha entrado!!!!!
ResponderEliminarPor cierto, ¿cómo va tu libro' ¿Hay fechas de publicación?
Un abrazo.
Buena reseña, Pilar, sobre esta novela que leí y disfruté hace tantos años. Me ha encantado (y comparto) la reflexión sobre la importancia de "vivir la vida para saber", de la experiencia que aporta, del valor de esa madurez intelectual, que la tiene, y que no hay que infravalorarla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encanta tu artículo. (Me extraña que no cites los cuentos de Cantérbury).
ResponderEliminarLo que comentas del amor es lo que más me impactó, pero no esa frase, sino lo que le dice ella cuando tienen ese tiempo limitado para vivir juntos (perdona pero no recuerdo cuánto era). Es una percepción preciosa.
Gracias Igor, Susana, Amaya: seguro que me quedaron muchos temas por comentar. Por ejemplo, que en la vida real de John Keats, que murió de tuberculosis muy joven; Joseph Severn, fue su mejor amigo.
ResponderEliminarGracias por estar ahí y por tener la paciencia de leer lo que escribo.
Saludos