miércoles, 21 de julio de 2010

ENTREVISTA A CARLOS GARDINI




Carlos Gardini, autor argentino de ciencia ficción y temas fantásticos, nació en 1948. Obtuvo —entre otros— los premios Círculo de Lectores, 1982, Argentina por su cuento «Primera Línea»; Premio Axxón 1991 y Más Allá 1992 de novela por El Libro de la Tierra Negra; Premio UPC 1996, España, por su novela Los ojos de un Dios en celo; Premio Ignotus 1998, España, al Mejor Relato Extranjero por «Timbuctú»; Premio UPC 2001, España, por El Libro de las Voces; finalista del premio Minotauro en 2004 con Fábulas invernales; Premio UPC 2007, España, por Belcebú en llamas. Bibliópolis acaba de publicar en España su novela Tríptico de Trinidad.

Bueno Carlos, lo primero que puedo decirte es que me gustan mucho tus cuentos. Son fantásticos y, a la vez, de ciencia ficción... O al revés. O a veces de un solo tipo. Pero en general, hay un mezcla sutil, delicada; a veces fuerte, muy fuerte; otras chocante, y es ahí donde se produce la sorpresa.
En algunos de tus cuentos, en que lectores de otras realidades podrán ver hechos diferentes, yo he visto el período de las dictaduras argentinas, que también viví. Esos terribles momentos en que circulaban coches que llegaban a las casas y se llevaban a las personas. Época de represión, silencio y marchas militares por la radio y la televisión. Podíamos ver esa realidad a diario, los controles en las calles, los mensajes publicitarios del régimen, pero también nos la contábamos a diario, en voz baja, casi en secreto. Recuerdo un comentario de un familiar que por aquella época solía ir a veranear a Pinamar, un balneario costero. De regreso, dijo: «Aparecen cuerpos». Él no los había visto, pero se lo habían contado. Con el paso de los años supimos que se arrojaba al mar desde aviones a las personas secuestradas a las que se quería hacer desaparecer, ni siquiera se las arrojaba muertas, sólo adormecidas, y aquellos cuerpos aparecían aquí y allá, por diferentes lugares de las costas argentinas.
Tienes un cuento donde el narrador encuentra una cabeza en la playa, y no pude evitar relacionarlo con este tema que acabo de comentar, aunque, quizá, no tenga nada que ver. También tu relato «Cesarán las lluvias»... Es un paisaje donde llueven cadáveres y cadáveres sobre la tierra enlodada y de los que no se puede escapar, cadáveres que siguen cayendo y cayendo del cielo mientras dos personas —Elena y Martín— intentan ir a algún lugar. Aparte de recordarme ese tiempo de las dictaduras, en ese tiempo se marcharon al extranjero dos millones y medio de argentinos que luego han sido muchos más, me dejó ese triste sabor, esa melancolía añeja y gris propia de la obra de teatro Esperando a Godot de Becket en que dos personajes esperan al borde de un camino a que llegue alguien, para que de sentido al futuro e incluso al pasado. Por supuesto ese alguien no llegará nunca. En el relato, la protagonista le pide a Martín que le confirme que eso que están viviendo va a terminar... mientras se escuchan los «plop, plop» de los muertos que van cayendo, «todos caían desnudos, pero todos eran iguales. Algunos eran viejos y plácidos, otros eran jóvenes y violentos; los había enteros, y mutilados, y escaldados, y descuartizados, y congelados» ,y es inútil irse porque los que se alejan parece que regresan, y a los que se van y vuelven se les pregunta si «encontraron fuera lo que buscaban», cuando parece que, en realidad, más lejos se haya ido uno, más cerca está de lo que escapaba. ¿Ciencia ficción para escapar de la censura? ¿Ciencia ficción y fantasía como géneros donde sentirse cómodo?

Ante todo, agradezco tus generosas palabras.
En respuesta a tu pregunta, sin duda que lo fantástico puede ser un buen recurso para escapar de la censura, pero para mí no es un recurso ni un género, sino un enfoque, un encuadre que permite ver más de lo que vemos habitualmente. La falta de imaginación me aburre.


Me parece un gran acierto que te concedieran el premio Círculo de Lectores del año 1982, por tu relato «Primera Línea». El jurado lo formaban Jorge Luis Borges y José Donoso. Es un cuento impresionante.
Yo resaltaría de tus cuentos la concisión, la distancia aparentemente fría con que muestras los hechos, y muy especialmente, la maestría con que aplicas los diálogos, es decir el momento en que eliges ponerlos, y haces vivo el presente de los personajes. Probablemente, esto no sea algo tan pensado, sino intuitivo, pero eso no importa, lo que vale es el sentido de la observación, la experiencia como lector y como escritor, en suma, el sentido dramático.
En ese relato, «Primera línea», tenemos a un mutilado en una guerra (en la realidad podría ser la Guerra de las Malvinas, aunque no se dice), sin manos ni piernas que se pregunta que es lo que está muerto de sí mismo, ¿lo que ya no existe de su cuerpo o lo que existe?
En un momento dado, viendo a la enfermera, se da cuenta de que todavía tiene deseo sexual. Y cuando la enfermera se acerca, tú como autor, escoges este diálogo:

—¿Cómo está mi bebe?—le dijo—. Hoy tenés mejor cara. —No terminaba nunca de acomodarle la manta.
Él la miró entre confundido y avergonzado.
—Perdonáme —dijo.
—¿Perdonáme qué?
—Yo no puedo.
—¿No podés qué?—dijo ella.
De golpe abrió la boca como quien recuerda algo, lo miró con severidad, tal vez con asco. Suspiró, dio media vuelta y se fue por el corredor.

Ellos son sólo eso, los mutilados de una guerra. Los que no deberían tener deseos sexuales ni esperanza de futuro... Seres molestos para la sociedad con los que los militares formarán una unidad especial llamada MUTIL para terminar de vencer a los enemigos. Porque ellos —les dicen— son los que más preparados están para hacer la guerra, los más dolidos, los que más razones de venganza tienen... Y cuando, por fin, se acaba la guerra, en el relato han salido victoriosos, y la patria en voz de un alto mando les da las gracias por los servicios prestados, se deshace el grupo especial de tareas MUTIL y se los arroja a la sociedad donde serán un peso para sus familias y para los ciudadanos que no podrán evitar recordar a través de ellos, lo sucedido.
¿Qué otros aspectos, al margen de los que yo he señalado, destacarías en tus relatos?

En su momento, el diario Buenos Aires Herald comentó que «Primera línea» era una «visión fantasmagórica de la guerra de las Malvinas». Podría decirse que muchos de mis cuentos son fantasmagorías, ilusiones ópticas para explorar esa gran fantasmagoría que es el mundo.


En la contraportada del libro dedicado al premio UPC 1996, se dice que Los ojos de un Dios en celo trata sobre «una interesante especulación sobre un futuro cercano escindido entre lo que se podría llamar «inforicos» e «infopobres». Inteligente y bien escrita, la novela incorpora una nueva aproximación al dilema básico de la antropología en torno a si se puede o se debe incidir directamente sobre aquello que se estudia». ¿Quiénes son esos infopobres? ¿Qué buscas en tus novelas?

Los «infopobres» de la novela son descendientes de sectores marginales, de habitantes de villas miserias, que viven como tribus nómades, y son estudiados por observadores cuya observación modela la conducta de esas tribus. La protagonista, que es una observadora, siente fascinación por la vida precaria de los observados. No porque la precariedad no le resulte atractiva, todo lo contrario, sino porque busca una forma de comunión. Quizá yo busque eso en mis novelas, una forma de comunión: con los lectores, con la gran familia viviente que forman todos los libros escritos. O quizá sólo me divierte escribirlas.

El Libro de la Tribu, El Libro de la Tierra Negra y Vórtice, tres de tus novelas, forman una trilogía, aunque esa no fue la idea inicial al crear la primera obra, sino el resultado de un proceso posterior de desarrollo. ¿Fue una necesidad propia del proceso de escritura y de investigación el de ampliar la obra hasta sus últimas consecuencias? ¿Crees que habrá más prolongaciones?

Ante todo, aclaremos que estas novelas son narraciones totalmente autónomas entre sí que no tienen nada en común en lo referente a ambientación y personajes. En todo caso, forman una especie de trilogía involuntaria porque todas tratan sobre un libro que se escribe a sí mismo, un libro mágico o sagrado. Se pueden describir como novelas de fantasía o ciencia ficción, pero básicamente se trata de la exploración de la narrativa como espejo, como memoria, como expiación. También son una variación sobre esa hermosa visión que Dante describe en su Paradiso, el mundo como un libro escrito por la Divinidad: legato con amore in un volume, ciò che per l’universo si squaderna. No sé si habrá más prolongaciones, pero prometo no abusar.

Entre tus libros publicados en España encontramos: Fábulas invernales, El Libro de la Tierra Negra, Tríptico de Trinidad. ¿Podrías indicarnos brevemente de que van? Y ¿qué sensación tienes de cómo reciben los lectores españoles tu obra?
En Fábulas invernales, un funcionario exiliado en un lugar de mala muerte cuenta en público la historia de sus peripecias, y a través de esta narración en un idioma ajeno descubre quién es y por qué debe enfrentar al Pentácrata, que es una especie de deidad. En El Libro de la Tierra Negra, uno de los protagonistas vuelca sus experiencias en un libro almacenado en un cristal, y gradualmente el libro cobra conciencia de sí mismo y se convierte en la clave y la historia de una rebelión. En Tríptico de Trinidad, un esclavo mutilado describe el viaje que deben emprender varios personajes para resolver un enigma del que depende el destino de Trinidad, la ciudad del Eje del Mundo.
En cuanto a la recepción de los lectores españoles, sólo puedo evaluarla a través de los amigos, los editores, los premios y las reseñas, y evidentemente es positiva. El idioma no nos separa, a pesar de todo.



¿Te sientes aceptado y comprendido por los editores españoles? ¿Cómo ha sido en ese sentido tu experiencia?
Una buena experiencia, sin duda. En los últimos años, he publicado más en España que en la Argentina. Y quiero destacar mi especial satisfacción con la publicación de Tríptico de Trinidad en Bibliópolis, a cargo de Luis García Prado, un editor de fuste y un lector apasionado.

¿Algún consejo para los jóvenes escritores?
Paciencia. La juventud es un mal que se cura con el tiempo, pero la literatura es incurable.

Gracias Carlos por hacerte un hueco en tus ocupaciones y aceptar participar en esta entrevista.
Gracias a ti, Pilar, y a nuestros lectores.

A continuación dejo a los lectores enlaces para la lectura en red, a través de las revistas Literatura Argentina Contemporánea, Bemonline y Barcelona Review, de algunos de tus relatos y también de algún fragmento de novela.



Cesarán las lluvias

Primera línea

Reliquias

El miedo a la oscuridad

Éxtasis

África en el horizonte

Timbuctú (Premio Ignotus 1998, al Mejor cuento extranjero).

La Fortaleza de la Soledad

Avance de Tríptico de Trinidad

1 comentario:

  1. Realmente completa la entrevista. Gracias por hacernos saber más de un autor que extrañamos ver publicado por estos pagos.

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