lunes, 21 de junio de 2010

FRAGMENTOS DE BURBUJA: UNA OPINIÓN




Reseña de Fragmentos de Burbuja de Juan Antonio Fernández Madrigal


Texto Pilar Alberdi
Ilustración: Azramari
Título de la ilustración: Explorer fin.
Créditos fotos y otras imágenes al final del artículo.


«Le hemos puesto nombre a las estrellas, a todos los planetas, cuando probablemente ya tenían nombre» Stanislav Lem (autor de Solaris)
«La vida humana es un deseo perpetuo y sin descanso de poder tras poder, que sólo cesa con la muerte» Thomas Hobbes




Las anteriores frases nos hablan de la soberbia humana y de la necesidad de poder que impera tanto en individuos como en grupos. Hoy creemos descubrir estrellas como ayer “descubrimos” nuevas tierras para colonizar. Hacemos del “otro” un objeto con tal de dominar sobre él. Nos defendemos para sentirnos seguros, y por razones similares atacamos.
Decía Hobbes que el hombre se mueve por impulsos de aceptación o negación hacia personas, circunstancias o sucesos. Unas veces lo mueven la alegría y la felicidad, otras el terror a algo y la desesperación. En su Leviatán acuñó la frase «El hombre es un lobo para el hombre», afirmando que la creación de la sociedad, aún siendo algo artificial, supone unas garantías de estabilidad en tanto el poder queda cedido a persona o grupos, y las leyes se convierten en «cadenas invisibles» que sustentan ese poder. Pero ¿qué ocurre cuando ésto no es así? La sociedad se encuentra en «anomía» o al borde de ella, como lo definió Durckheim. Si la sociedad se desintegra, si ya no somos capaces de definir quién soy yo, ni quién es el otro, ni en qué medida puedo confiar en él o hasta dónde debo temerle: la sociedad estalla en mil pedazos. El individuo o los componentes de un determinado grupo no tienen donde sostener su pensamiento ni su acción, basándose en los antiguos roles conocidos. Surge la duda sobre lo acecido en el pasado y se mantiene viva la incertidumbre sobre un futuro que no se puede prever. ¿Acaso serviría de algo, en esas condiciones, mantener una esperanza? Y en ese caso: ¿sobre qué? Esto es lo que les ocurre a los personajes de Fragmentos de Burbuja, en la época en que se encuentran, el 626 d. T., es decir, el 626 después de la Telaraña, esa cúpula jaula para quienes quedan en el planeta y tienen pocas o ninguna posibilidad de escapar de él. Se supone que para entonces quedan pocos especímenes de nuhomos y bichas, siempre en pugna. La batalla puede empezar en cualquier momento. Pero ¿cuándo? ¿Quién tiene el poder? Esta es para mí como lectora una de las cuestiones claves que subyacen en la obra Fragmentos de Burbuja, Volúmen II de la saga La Forma de las Víboras de Juan Antonio Fernández Madrigal.

Partamos para empezar este viaje por el principio... Hay libros a los que se lee una vez y no se vuelve a releer. Libros a los que leídos una vez, volvemos alguna más o, por lo menos, no los olvidamos. Y hay libros como los de Juan Antonio Fernández Madrigal, a los que se puede volver una y otra vez con la confianza de que encontraremos entre sus líneas múltiples lecturas y capas subliminales que van desde lo más inconsciente a lo consciente. Esta certidumbre hace posible que la conversación entre autor y lector se mantenga en el tiempo, cambie, y se retroalimente con la creación de más obras y la fidelidad de nuevas lecturas.



Juan Antonio Fernández Madrigal no es un autor fácil. No lo pretende. Por si puede servir de ejemplo diré que ni Cervantes, ni Melville, ni Joyce... Ni muchos más escribieron obras fáciles, aunque luego con el tiempo lo han sido. Cervantes no consiguió, aún retratando con extrema exactitud la época en que vivía, un prólogo para su Viaje del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Melville escribió más de seiscientas páginas para resumir la persecución y caza de la ballena en sólo treinta páginas que están casi al final, sin embargo las quinientas y pico previas, eran fundamentales para la creación de la atmósfera y la demostración de las creencias y la fe de la época. Joyce no ha dejado de exasperar a muchos lectores que esperan que las obras tienen que parecerse unas a otras y presentar siempre un mismo modelo de estructura. Toltstoi en Guerra y Paz recurrió, en gran medida, al ensayo histórico para testimoniar hechos concretos del avance napoleónico sobre Europa y, en especial, sobre Rusia. Sólo los lectores pacientes encuentran obras especiales. Sólo los verdaderos editores, saben abrir las puertas a su publicación.

Si además se trata de géneros o subgéneros el tema se complica... No creo en esa división de la ciencia ficción en dura y blanda. Creo en una ciencia ficción humanista, del tipo Bradbury, Dick, Ursula Le Guin y otros... No sé qué ven los demás en la ciencia ficción, pero yo en obras como las de Poul Anderson, Isaac Asimov, Arthur C. Clarck, Frank Herbert, Dans Simons y muchos más, es decir en casi todos, veo lo que somos. Percibo imperios, pirámides, simbología egipcia, griega, latina, aborigen de distintas latitudes, tumbas, leyendas y cuentos del pasado, búsqueda de sentido personal, temor a las máquinas, al control de la información, a la desaparición de vida en el planeta, a la necesidad de aferrarnos a algo superior a nosotros mismos... Llámese esperanza, progreso, dios, vida en otros mundos, una nueva raza o lo que fuere. Quizá, simplemente: justicia o algo más difícil aún, piedad. Si la historia la adornamos con lanzaderas espaciales, estaciones orbitales, alienígenas, planetas, nebulosas y estrellas, viajes interplanetarios, teleyectores, inteligencia artificial, sistemas simulados de entrenamiento, androides y ginoides, humanoides, robots, wetwere o softwere para los cerebros, cibernética, gafas virtuales, virus o bacterias letales, videofonos, etc, tenemos los tópicos que hacen posible el género. Y, en algunos casos, encontraremos también ideas reveladoras de un posible futuro, gracias a la imaginación de los creadores de historias, como podría ser el caso de Julio Verne con su Viaje de la tierra a la luna. Aunque para su tiempo y también hoy en día, Verne no sea considerado un autor de Ciencia Ficción. ¿Le importaría a Verne? Seguramente, no. Él escribía con pasión, y con las definiciones propias de su época: «novelas de aventuras». De todos modos, ejemplos de anticipación del futuro, ha habido siempre. Jack William, por poner otro ejemplo, creó el término «terraformación» que luego se ha utilizado en abundancia. Yo misma lo he utilizado en alguna novela corta. Douglas Adams en su Guía del Autoestopista Galáctico ofreció un anticipo de los actuales e-books. Y Antonio Fernández Madrigal, como no podía ser menos, también nos da los tópicos que forman el género bajo conceptos como: el Consejo de los Monopolios Unidos, la antigua estación espacial internacional, la luzfera a la que muchos seres están conectados por un collar, el intento de un ascensor capaz de llegar a la estación orbital, Máquina, la registradora de datos, los cubidomos, las lanzaderas, los robots auxiliares de vigilancia en la Telaraña, etc. Pero eso no es lo importante, digamos que son los adornos... Lo importante es la idea que sustenta el todo, y la forma en que está escrita la historia. La experiencia de vida, también es importante. No se puede escribir desde la misma perspectiva a la edad de treinta años que a los sesenta.



Por mi parte y al margen de lo que opine el propio autor sobre su obra o lo que decidan los críticos en el futuro, añado a mi lista de escritores humanistas de ciencia ficción, al autor de Fragmentos de Burbuja. Además, con el convencimiento de que estamos ante un escritor con preocupaciones sobre qué es la sociedad, cómo actúan sus miembros, que leyes imponen, con qué criterios las cumplen o desobedecen, juzgan o condenan, y qué siente cada uno con respecto a sí mismo y a los otros. Hay una llamada sobre lo que puede representar la vida de los niños que no reciben cariño. Y este tema es algo que no puede dejarnos indiferentes. Lo que hacemos a los niños repercute en cómo será la sociedad del futuro. Sin este bagaje de preocupaciones sobre las relaciones humanas y sus consecuencias, es imposible hacer una obra en la que estas preguntas, bajo la tensión arquitéctónica que caracteriza la obra, aparezcan una y otra vez, sin mayores camuflajes.

«Antes de la piel éramos tanto como podía cada cual, y los que no podían no conseguían su piel. Había reglas, ¿entiendes? Averiguarlas era aprender de verdad, y los que íbamos a ser burbujas despreciábamos a los que no eran capaces de aprender de verdad, porque el mundo era así, Rad; ninguna hiena va a detenerse a razonar contigo antes de hincarte el diente. Así pues crecimos como hienas»

«Yo pienso que podemos ser violentos sobre alguien que nos piensa, a quien no pensamos, porque no veríamos el dolor devuelto hacia nosotros”


Juan Antonio Fernández Madrigal es un autor todavía joven, con un bagaje humano, científico y literario importante, cuyo peso se nota en los temas que elige y la forma de presentarlos. Se ha mantenido fiel a lo que seguramente pretendía, ser sincero, y pese a las dificultades que todo escritor encuentra cuando comienza a tocar las puertas de quienes podrían facilitar la publicación de su obra, accedió a editoriales como Andromeda, Espiral, Parnaso, AJEC, y NGCficción! que le abrieron las puertas. Todas ellas, además, dirigidas por personas que conocen bien las dificultades con las que se encuentran los escritores de ciencia ficción o géneros como el fantástico cuando no se tiene un nombre y un apellido anglosajón.



Fragmentos de Burbuja refleja la vivencia de cinco personajes: Galavar, Lixalen, Lazarothdahali, Átrida, Lerenailébeda. Ellos son fruto y resultado de guerras y destrucción, de acciones interplanetarias y enfrentamientos interculturales entre seres alienígenas, suproductos de las máquinas, humanos y subhumanos, recolectores de niños y seleccionadores de razas. Los nombra el autor como nuhomos, antiguas personas, Víboras de las Formas, Burbujas, seudoperros... Son restos de sociedades, injertos anclados en la devastación, luchando por su supervivencia en un tiempo ocurrido tras la Guerra Negra, la última escasez, y posterior a la época de las tribus y los arbolares.
La vida de estos personajes la vivimos con ellos. Pisaremos a su lado el polvo del camino o la crujiente arena, nombraremos los pocos árboles y arbustos que quedan, nos dolerán las heridas cuya rápida cicatrización nos sorprenderá, sospecharemos de lo que ven nuestros ojos, oleremos la humedad del agua del mar y gustaremos en la boca el salitre de su espuma... Hablamos, pues, de formas de estar en el mundo, de modelos representacionales de la realidad donde la terrible falta de información desequilibra a los personajes mientras el tiempo, sordo y mudo a sus necesidades, continúa pasando inexorablemente. Poco importara que la Máquina les permita conocer algunos datos. La sensación permanente de amenaza, terror y muerte les hace creer que existe el monstruo, el enemigo, sin ni siquiera saber con claridad y en todo momento quién es aquél capaz de portar tal nombre. Podrían ser ellos mismos y no saberlo. Pero ¿qué clase de tiempo es éste que se expande, se deforma amenazante, sugiere la destrucción interminable? ¿De qué medida está hecho? ¿Qué clase de seres son éstos, que pueden rehacer sus cuerpos siendo condenados a una vida casi eterna? Hay una percepción de eternidad extenuante, no liberadora, realmente agobiante... Como si se tratase de un diario o de los datos en un programa de ordenador, bajo el epígrafe Registros aparecen números casi infinitos. Por ejemplo... Registro:1054700000006260801204210. Y al final, uno comprende que son sólo eso, letras y números. Datos. Y más datos.

«Todos os olvidaréis... de lo que ha pasado. Cuestión de décadas, de siglos... La memoria se rompe..., se rompe...cuando pasa tanto tiempo».

Y más y sobre todo,cuando depende de la Máquina.



Antes de escribir este comentario sobre Fragmentos de Burbuja de Juan Antonio Fernández Madrigal, leí la obra un par de veces. Y, aún así, sé que volveré a ella nuevamente. En la primera lectura el golpe fue psicológico. Imposible sustraerse a la deshumanización de los niños encerrados en la Torre Negra. Los castigos absurdos, la indiferencia, la burla, la brutalidad, el abuso, la indolencia, los oscuros méritos que posibilitaban ser los poseedores de la nueva piel. «Mi yo de ahora (del presente) urge a mi yo de ahora (del pasado)» a recordar qué era sentir entonces, antes de la dureza de la piel y del implante, es decir en la época de la inocencia. Porque el recuerdo se transforma con el tiempo. Y antes de que los nuhomos los llevasen a la Torre Negra de Alacca y los convirtiesen en lo que nunca debieron ser, habían sido otros, debieron ser otros, pero ya no recuerdan bien. Y una como lectora se pregunta cuántas de estas torres ha habido en el mundo y cuántas seguirán existiendo aquí y ahora, y cuántas pervivirán por los tiempos de los tiempos produciendo horrores y deformando vidas.
En la segunda lectura, ya a un nivel más consciente, me quedé con lo fundamental de los personajes y la historia. Por ejemplo, mientras que Galavar está presa de un espacio que le resulta siempre desconocido. Lixalen queda sometido a Galavar que ejerce sobre él toda su violencia destructora. Lazárothdahali nos obliga a mirar hacia un mundo donde hay rescoldos de creencias que se pretendían sagradas...Y acaso lo fueran para muchos. Ya ni las ciudades que crearon los nuhomos son las mismas: Alacca, Veggeda, Noctia y Umma. Ninguna respondía ni responderá ya a los mismos fines para los que fueron creadas. Todo desfallece. Es el final ante la diáspora de un nuevo y amenazante caos. Lerenilébeda se siente deshauciada por la muerte de Lazárothdahali. Y Átrida, uno más de los muchos Átridas a los que la gente llamó «seudoperros» siguen vigilando desde lo alto de la Telaraña. Encerrados en sus cubículos, pudiendo utilizar OJOS que lo ven todo, obligados a vigilar, a mirar, incluso, lo que no quieren...

En la pasada presentación de Fragmentos de Burbuja en la Casa del Libro en Málaga, Juan Antonio Fernández Madrigal dijo que él no podía escribir bajo el supuesto de “sujeto, verbo, predicado” y vuelta a empezar. Creo que con esta referencia intentó expresar que la forma debe servir a la idea y no al revés. Para este tipo de escritor, el que es Juan Antonio, un corrector ortográfico y de estilo puede causar cierto temor. Pero publicar un libro, es también transigir y colaborar ante los pequeños detalles e inconvenientes que lo hacen posible y sumarse a la labor editorial.



En la interesante charla que brindaron ese día, el autor y la editora Pyli Barba de NGCficción!, Juan Antonio nombró a una escritora, sin duda distinta a muchas y sobre todo a muchos escritores de ciencia ficción. Se trataba de Ursula Le Guin. El universo especulativo de esta mujer, en los años 70 del siglo XX, ha sabido tocar como nadie, tabúes humanos como la vida sexual: hermaforditismo, roles en la relación sexual, reproducción de la especie, incesto. Creo que esta sola mención ya nos indica la corriente de pensamiento desmitificadora en la que se inscribe Juan Antonio. Así como el propósito de imaginar otras posibles sociedades, algo difícil, ya que sólo sabemos pensar desde la nuestra.
Otros dos temas que marcó el autor en esa presentación del libro fue su interés por la sociología y la psicología.

Al presentarnos a los personajes a través de sus pensamientos y en menor medida de sus acciones, Juan Antonio Fernández Madrigal, consigue recordarnos lo que pensaba Hobbes: que el lenguaje hace posible la vida política, es decir la vida en sociedad (temas sobre los que trabajaron posteriormente muchos lingüistas) y sin el cual no es posible ningún tipo de contrato social que permita conocer quién tiene el poder y de qué modo o bajo qué ritual se produce. Diríamos entonces que la palabra se transforma en un instrumento para conocer la realidad. Pero en la sociedad de este segundo volumen de la saga, que es Fragmentos de Burbuja, la palabra igual que el poder están en crisis, en anomía.
Si a esto sumamos lo que decía Bertrand Rusell: «El lenguaje no sólo sirve para expresar el pensamiento, sino para posibilitar pensamientos que no existirían sin él», podemos afirmar que la historia resulta interesante y acaba siendo un espejo de la sociedad, ya sea ésta, otras que conocemos o todas en su conjunto. Mis pensamientos y los tuyos, a fin de cuentas, son sólo míos y tuyos en la medida que podemos ocultarlos o en la medida que puedan diferenciarse, pero, a la vez, son productos sociales. A falta de una común telepatía, con pensamientos no expresados no podemos organizarnos. Para saber hacia dónde va una sociedad, quién tiene el poder, cuáles son las normas, y de qué futuro hablamos cuando hablamos de un futuro, se necesita la palabra. En esta historia lo que hay son seres condenados a vivir la existencia que otros o las circunstancias determinantes de su transcurrir histórico les han impuesto, siendo la falta de comunicación una de las características más acentuadas en su vida diaria. En ese devenir intentan conocerse y conocer a los demás. A veces lo consiguen, pero casi siempre están solos y desesperados apostando por una serie de acciones no menos perturbadoras que las que les producen sus propios pensamientos.

Decía Juan Ramón Jiménez, “no libros, obra”. Y este es el caso de Juan Antonio Fernández Madrigal. Su obra dispersa en pequeñas editoriales de ciencia ficción y en revistas digitales, va haciéndose visible, poco a poco.
Un día, que yo no veo lejano, el campo de acción de sus libros se ampliará y multiplicará exponencialmente. Surgirán las tesinas, y quizá por fin, una mayoría pueda saber quién es y de qué habla el autor. Mientras tanto, personalmente, espero que Juan Antonio, siga manteniendo en el futuro, la misma voluntad que como persona y escritor le caracterizan.


EL AUTOR:
Juan Antonio Fernández Madrigal es doctor ingeniero en informática. Profesor titular de la Universidad de Málaga. Su interés académico se centra —entre otros campos— en la robotica. Su página personal donde puedes encontrar más información es: http://jafma.net

OTRAS OBRAS DEL AUTOR:

2001 Ciclo de sueños. Editorial Espiral CF nº 22, Bilbao, 2001)



2004 Umma (Editorial Parnaso, col. Vórtice nº 2, Granada, 2004)


2010 Fragmentos de burbuja (Editorial NGCficción!, col. CF nº1, Madrid, 2010)

2010 El tapiz invisible (Editorial Equipo Sirius, en preparación, Madrid, 2010)

RECOPILACIONES

2004 Dama Eternidad (E. Andrómeda, Libro Andrómeda nº8, Barcelona, 2004)

2007 Magnífica Víbora de las Formas (Grupo Editorial AJEC, col. Albemuth Bolsillo nº 17, Granada 2007)



Foto Ana (Presentación en la Casa del Libro, Málaga, de la obra Fragmentos de Burbuja)
Foto Pilar: Estación de Atocha (Cabeza de niño correspondiente a una de las esculturas "Día y noche" del escultor Antonio López).
Imágenes: fondos de pantalla free.

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