ENTREVISTA A DAVID G. PANADERO
Por Pilar Alberdi
Con muy atrayente portada y excelente calidad literaria, tengo en mis manos Terror en píldoras —Las películas episódicas de terror—, el nuevo libro de David G. Panadero, periodista y director de la revista Prótesis —Publicación consagrada al crimen—, creada en 2002, editada en los últimos tiempos por VOSA y Diábolo Ediciones, y que desde 2009 se mantiene como blog, a la espera de volver al formato de revista en papel. La revista Prótesis ha conseguido reunir en sus páginas un selecto grupo de colaboradores que hace notable la calidad de los textos, el análisis, y la deconstrucción de los temas permitiendo un gozo intelectual relevante: estamos ante gente que piensa, y que no pasa por encima de las cosas sin profundizar antes en ellas.
Y al abrir el libro esto es lo que ha sucedido. Lo diré claramente: las primeras palabras de la dedicatoria me han emocionado, y si no prueben ustedes a leerlas.
«A mi padre que nunca quiso
ver estas películas. A mí
madre, que las veía sólo
por estar conmigo».
El libro editado en noviembre de 2009, es un exquisito ensayo del género de terror elaborado con la intención de llegar al lector común. Por tanto, el autor, ha evitado expresamente cualquier tipo de erudición y de extensión innecesaria con la intención de acercarse a la mayoría. Ya en la introducción titulada «Antecedentes literarios» se nos dice que recibamos la lectura de Terror en píldoras —Las películas episódicas de terror— como si estuviésemos en una reunión de amigos, alrededor de una fogata, mientras un «maestro de ceremonias», nos cuenta historias de terror reflejadas en las películas que analiza. Personalmente me he dejado llevar por el excelente texto de David, avalado por sus muchos años como editor y periodista. El vuelo onírico ha sido perfecto, las llamas de la fogata ni muy bajas ni muy altas, el calor y el temor en su punto, el maestro de ceremonias, sin duda, el mejor que podíamos tener para llevar adelante este proyecto. «Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant, Nathaniel Hawthorne, Lovecraft, Tolstoi…» Esa es la base, viene a decirnos David, de lo que hoy se escribe y se ve en las películas. Eso y la tradición oral.
Como les decía, Terror en píldoras cita con especial dedicación películas episódicas del género que han hecho historia. Pero de esto hablaremos un poco más adelante. Si te parece bien, David, me gustaría que nos centrásemos en primer lugar en qué es para ti un buen «maestro de ceremonias» y una «atmósfera atrayente» en un film. Pones por caso La niebla (The Fog, 1979), de John Carpenter, con guión de éste y Debra Hill, y yo creo tras la lectura del libro que también debió causarte un impacto especial, En compañía de lobos de Neil Jordan. ¿Me equivoco? ¿Otras que recuerdes especialmente, precisamente por eso, por sus maestros de ceremonia y por su atmósfera especial?
Pilar, estás en lo cierto. En compañía de lobos es una de mis películas de cabecera, de esas que reviso cada cierto tiempo. Y de entre todas las que reviso, es de las pocas que cada vez me sorprenden con un nuevo matiz y me vuelven a emocionar. Me interesa en especial cómo reflexiona sobre la sexualidad, y lo hace con mucha humanidad y sin tapujos, empleando metáforas muy imaginativas. Pienso que su director, Neil Jordan, con ser bastante popular, no está lo suficientemente valorado, y prueba de ello es que algunos de sus primeros títulos son, al día de hoy, inencontrables. Pagaría por una copia en DVD de Amor a una extraña (1990), por citar uno de sus títulos olvidados.
Respecto a otras películas episódicas de las que no he hablado, me quedo con El club de los monstruos (1980), de Roy Ward Baker. Sí, es una película crepuscular, hecha a destiempo y algo decadente, pero me resulta muy divertida y refrescante.
Como habrás podido percibir evité preguntarte cómo surgió tu afición a este tipo de películas porque ya lo sé: a través de la literatura; pero sobre todo porque has sido un niño, y los niños son los que mejor conocen el miedo… Comienzas la introducción del libro citando de manera resumida los antecedentes literarios en los textos que dan origen a las películas de terror y género negro… Has hecho mención —entre otras obras— a cuentos egipcios del año 2000 a C, a las Fábulas de Esopo, las versiones latinas de Ovidio y Lucio Apuleyo, el Panchatantra, Las mil y una noches, por cierto que bonito ejemplo hay en él de esa maestra de ceremonias de los relatos que con ello evita noche a noche su muerte, y por consiguiente la de otras mujeres. Después el Decameron, Los cuentos de Canterbury. Como antecedentes posteriores citas la obra El castillo de Otranto de Horace Walpole, al que el propio autor subtituló Una novela gótica. Sumas después a Ann Radcliffe, a Matthew G. Lewis llamando nuestra atención sobre el hecho de que lo «fantástico» se convirtiese en un subgénero en el Siglo de las Luces, precisamente en un momento de la historia europea dominada por el racionalismo. En tu intención de no olvidar a nadie, traes a William Shakespeare poniéndolo de ejemplo de narraciones donde aparecen fantasmas y espectros. También nombras el Manuscrito encontrado en Zaragoza, obra del conde Jan Potocki o las obras a que dio lugar aquel glorioso encuentro en la Villa Diodati, de Byron y su secretario Polidori con Percy Shelley y la que sería su futura esposa, Mary Godwin, autora de Frankestein. Continúa tu lista con Drácula de Stoker, Las tumbas de Saint-Denis de Alexandre Dumas, El rey de amarillo de Robert W. Chambers, Los tres impostores de Arthur Machen, el Necronomicón de H. P. Lovecraft, La familia de Vourdalak de Tolstoi, La mujer de negro de Susan Hill, Books of blood de Clive Barker… Cuando hablas de este último autor comentas su «modernidad». ¿Qué nos puedes decir al respecto? ¿Es uno de tus autores preferidos? ¿Acaso otro?
Ahora mismo Clive Barker ha perdido el protagonismo que tuvo durante los años ochenta, todo gracias a los Libros sangrientos, tres antologías de relatos que reavivaron el género de terror por aquel entonces. Muchos han intentado responder a la pregunta de porqué nos fascinaba entonces Barker, y alguien contestó que su fuerza residía en su capacidad para crear mitos en tiempos modernos. Cuando el género de terror se volvía más cotidiano y todo sucedía a la vuelta de la esquina; cuando se popularizó definitivamente el american gothic, y en lugar de aristócratas en bosques europeos, los monstruos eran paletos americanos escondidos en moteles de carreteras secundarias. Entonces apareció Barker, devolviendo al género el exotismo de los arquetipos que había perdido. Digamos que este escritor fue a la literatura lo que Clint Eastwood al cine: nos sorprendió por su clasicismo, pero además creó una plástica propia, diría incluso que emparentada con la Nueva carne.
En este momento pienso que los textos religiosos con su carga de culpa y castigos son un claro antecedente de género. ¿Podríamos verlo de ese modo? Poe, Villiers, Potacki… Y más autores lo han tratado, especialmente aquellos temas donde aparece la actuación de la inquisición con su bárbara maquinaria de tortura.
Por supuesto, pero hay una diferencia fundamental: los textos religiosos, de carácter alegórico, tenían un marcado componente didáctico: señalar lo pernicioso de un comportamiento determinado. Sin embargo, la literatura de terror potencia el elemento lúdico de la narración, escapando a valoraciones morales o incluso buscando la provocación al atacar nuestros tabúes y exaltar las conductas transgresoras. Basta con leer a Arthur Machen para apreciar la dignificación del paganismo y de las viejas creencias, y la firme oposición a la iglesia católica. Precisamente por eso, a los escritores de terror decimonónicos les gustaba ambientar sus argumentos en Italia, España o Grecia, países donde la sombra del Vaticano es alargada. Les fascinaban las ruinas de abadías y cementerios porque hablaban de un pasado de cristianismo, poblado por supersticiones, crueldad e intolerancia.
Las películas por sketches, esas que están compuestas de varias historias diferentes, e incluso, a veces, dirigidas por distintos directores y que llegan a las pantallas bajo un mismo título, son las que ocupan la investigación de tu ensayo. Nombras: Al morir la noche, 1945, Tres casos de asesinato, 1954, y Las tres caras del miedo, 1963. También comentas con entusiasmo Historias Extraordinarias, 1968, basadas en relatos de Edgar Allan Poe, y Creepshow, 1982, una película especial, con guiños al mundo del cómic. También has dado un lugar a En compañía de lobos, 1984, donde has hilado fino buscando resonancias psicológicas y artísticas con el surrealismo. Y ahí te he seguido muy bien. A distancia de éstas, tal vez por su menor heterogeneidad o fidelidad al género negro y de terror, también citas entre otras: Doctor Terror, 1964, y El manuscrito encontrado en Zaragoza, también de 1964, con la cual no te muestras conforme al percibir que «todo el sentido de la maravilla de la novela es desperdiciado en el film, ya sea por falta de medios técnicos, ya por eludir el elemento fantástico» o «por dar por supuesto que todo espectador conoce la obra literaria». ¿Películas episódicas frente a películas con un único tema? ¿Inconvenientes y ventajas? ¿El último episodio siempre tiene que ser el más intenso? ¿Se rompe esta regla tácita alguna veces?
Las películas episódicas pertenecen al pasado, al igual que los libros de cuentos. Supongo que ello se debe a las costumbres del público: quizás resulte más cómodo el lenguaje del best seller, que, de forma reiterativa e incurriendo en multitud de subrayados, nos muestran una historia sencilla en la que es imposible perder el hilo. Sin embargo, leer un libro de cuentos requiere más atención: el salto, vertiginoso para muchos, de un cuento a otro, implica a menudo un cambio de registro, de coordenadas, de personajes, y requiere una lectura más sosegada.
Por otro lado, lo cierto es que las películas episódicas eran generalmente de producción muy modesta, lo que puede provocar rechazo en muchos espectadores, acostumbrados como están a las superproducciones.
Tú citas a la directora Wendy Toye que dirigió el episodio «In pictore» de la película Tres casos de asesinato, 1954. Un episodio cuya dirección no dudas de calificar como muy buena. En ese caso ese incidente de gran intensidad aparecía al comienzo de la película. ¿Faltan directoras de cine de terror? ¿Qué está pasando con ese tema? Porque autoras sí que hay. ¿Alguna que prefieras? ¿Por qué?
Tengo que admitir que me pillas fuera de juego. Es cierto que desde hace al menos dos décadas contamos con unas cuantas escritoras de género bastante reconocidas, como Anne Rice, Poppy Z. Brite o Tanith Lee –merecedora de mejores laureles esta última, por cierto–. Sin embargo, me da la impresión de que no sucede lo mismo en el cine, y no se habla demasiado de realizadoras, aunque hay algunas excepciones: la primera entrega de la saga de novelas de Crepúsculo, escrita por Stephenie Meyer, la llevó a la pantalla una mujer: Catherine Hardwicke.
Si pensamos en mujeres que se han centrado en el género fantástico, es inevitable ceder un lugar de privilegio a Mary W. Shelley, que supo aportar una mirada femenina, de alto calado reflexivo y filosófico, con su Frankenstein. Pero en líneas generales, podemos decir que, tradicionalmente, el género de terror ha tenido un enfoque masculino. En la actualidad, es lógico que, con el protagonismo que ha alcanzado la mujer en nuestra sociedad, se hagan cada vez más ficciones a su medida, que respondan a sus inquietudes. Incluso ya existe un subgénero que se acerca a esas expectativas: la romántica paranormal. Lástima que la gran mayoría de obras de esa corriente se queden en la ingenua exaltación del fetichismo y ciertas prácticas sexuales tabú. Aunque, por supuesto, esas prácticas son plasmadas de forma melindrosa y puritana. O dicho de otra manera: para que resulten de “buen gusto” y se puedan ver en cualquier multicine, sin ofender a nadie. Pero, ¿qué es la fantasía sino provocación?
Varias citas del libro El horror en la literatura de Lovecraft, aparecen en tu obra, por ejemplo, sobre la forma de ser diferente por parte de los europeos del norte y los del sur, frente a un fenómeno como el del terror. Los primeros —según la opinión del célebre autor—parecen más inclinados a él, mientras que los segundos se muestran más racionales y pasionales. ¿Te parece que la afirmación de Lovecraft continúa vigente?
Si hablamos de cine, me atrevería a decir que esas fronteras que marca Lovecraft respecto a norte y sur cada vez tienen menos sentido. En un mundo globalizado –marquemos las excepciones que queramos– las películas tienden cada vez más a un tono y una atmósfera más uniforme, dejándose de lado las diferencias locales. Cada vez es más habitual que los cineastas asiáticos hagan sus películas intentando satisfacer a los espectadores occidentales, y a su vez, los cineastas norteamericanos ya se encargan de hacer sus propias versiones de las películas asiáticas. En el caso de España, la productora que más películas de género ha hecho en los últimos años, Filmax, suele ubicar sus obras en una tierra de nadie difícil de identificar, que bien podría retratar las montañas canadienses o el pirineo catalán; el distrito de negocios de Barcelona o el de Nueva York… Puedo contar la anécdota de un amigo cineasta que escribió un guión donde se mencionaba la Gran Vía madrileña. Los productores le echaban en cara que incurriese en citas localistas. ¡Como si tuviésemos que avergonzarnos por vivir donde vivimos!
Hablemos del cine de género español. ¿Avanzamos en esto del cine negro y de terror? ¿Cómo ves el panorama? ¿Alguna película que te haya llamado especialmente la atención?
Pienso que sí, que avanzamos en el cine de género. Sobre todo porque, ya desde los años noventa, hay una generación con una cultura visual muy cercana a la serie B. Vaya por delante que, por más que muchos consideren casposo el terror español de los años sesenta y setenta, a mi juicio hay obras muy estimables y cineastas muy valiosos. Creo que León Klimovsky, Jordi Grau, Amando de Osorio, Vicente Aranda o Eugenio Martín son autores a redescubrir para las nuevas generaciones. Respecto al moderno cine de terror español, no puedo dejar de citar una de mis favoritas: Memorias del ángel caído (1997), de Fernando Cámara y David Alonso. Y no nos olvidemos de otros cineastas que han renovado el medio, como Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró o Paco Plaza.
De todos modos, no digo nada nuevo al comentar que en el cine español funciona más el menudeo que una industria como tal. Por desgracia, estamos muy acostumbrados a ver cómo muchos de nuestros cineastas de mayor talento, y pienso en Juan Carlos Fresnadillo, acaban consiguiendo el pasaporte para desarrollar su carrera en el mercado anglosajón. Quizás, si el cine europeo mantuviera un poco de la fuerza que tuvo en los años sesenta y setenta, podríamos disfrutar de un cine fantástico más variado, más espontáneo, y, sobre todo, más nuestro.
David: ¿título del próximo libro? Bueno, tampoco voy a pedir tanto, pero ya lo estoy esperando. ¿Algún adelanto acaso? Creo que deberemos mirar los próximos números de Prótesis, para ver por dónde van los tiros, seguro que logramos intuir algo.
Tengo ganas de hacer algo distinto, algo que nunca antes haya hecho, y ahora estoy dando vueltas a una idea, que empieza a cuajar: un ensayo sobre la película La ley de la calle (1983), en el que no me quedaría en la mera referencia cinéfila. Me gustaría exponer cómo esa película se acerca a determinadas realidades –la violencia juvenil, la vida en los guetos–, y lo expondría partiendo de mis propias vivencias. Creo que a menudo los críticos cometemos el error de hablar de forma impersonal, viendo los toros desde la barrera, como si fuésemos simples observadores que aportan opiniones incuestionables. Cada vez más, intento luchar contra esa tendencia, para implicarme y asumir como propia cada línea que escribo. Creo que los literatos corremos el riesgo de aislarnos entre montañas de libros, y me gustaría pensar que autores como Dickens o Balzac tienen razón, que la escuela es la calle, y lo más importante, por encima de lo que vemos en los telediarios o leemos en Internet, es nuestra propia experiencia.
La verdad es que si bien yo he pasado por las páginas de este libro con verdadero placer, también me he sentido observada… No en vano hablamos del género que hablamos. Pero bueno, también es justo decir aquello de que «si bien nosotros juzgamos un libro, el libro también nos juzga». Y yo tengo que reconocer que aunque me gustan muchísimas películas, y no hay más que mirar en los datos de mi perfil para ver algunos de esos títulos, no es un tema que domine. Y llevo mal eso de recordar nombres de actrices, actores, directores de fotografía, etc. Por lo tanto, haberte tenido como «maestro de ceremonias» ha estado muy bien.
Así un libro que comenzó con una dedicatoria tan especial acaba con una sinopsis perfecta ante cuyo reclamo es imposible negarse a leerlo. Lo pueden adquirir a través de la librería madrileña Estudio en Escarlata
También pueden acudir para más información al blog
Para que no dejen de hacerlo, y también para que no dejen de seguir los números de la revista Prótesis, les copio aquí la sinópsis de Terror en píldoras:
«Algo tienen en común literatos como Jan Potocki, Robert Louis Stevenson, Edgar Allan Poe o Arthur Wachen, cineastas como Mario Bava, Federico Fellini, Neil Jordan o John Carpenter… Todos ellos se han visto tentados de contarnos una historia, muchas historias, casi siempre de miedo. Y nos las han contado tal y como ellos las escucharon por primera vez, dirigiéndose a nosotros de viva voz, como si estuviésemos reunidos alrededor de una fogata. En estas páginas proponemos un acercamiento, desde la crítica literaria y el análisis cinematográfico, a la riqueza de la tradición oral. Su influencia en la literatura y el cine, en esas películas episódicas de terror, es innegable. No podemos olvidarnos de películas como Las tres caras del miedo, Historias extraordinarias o En compañía de lobos».
Así ha sido, y mientras la ceniza se va apagando… Sólo me resta decirte gracias David, espero tu próximo libro con interés.
Pilar, desde la agradable soledad de este escritorio, mientras fumo tabaco de liar y apuro la taza de té, agradezco tu interés y la compañía. ¡No hay mejor recompensa a tanto trabajo que tener una lectora como tú! Un abrazote.
¡Muchas gracias, Pilar!
ResponderEliminar¡Ha quedado genial!
¡Brindo por ti, David, y por toda la gente que hace posible la creatividad en el mejor sentido! Trabajo y dedicación, esa es la clave. Brindo por los que nos deleitan con cuentos magníficos en Ciencia Ficción, con novelas de suspenso que nos vuelven a hacer temblar con aquel terror de cuando éramos niños y nos daba miedo la oscuridad... Y, por supuesto brindo por ensayos sobre autores de guiones, directores de cine y películas como los que tú sabes escribir.
ResponderEliminarSaludos
Pilar